Las personas consideramos accidente a un suceso brusco, en principio aleatorio, difícilmente previsible y en ocasiones devastador. Aunque sus causas son de muy diversa índole, verse envuelto en uno es cuestión a veces de pura mala suerte. Escandaloso en sus efectos, la reparación debe ser urgente, pues no admite espera.
La enfermedad es una socavación lenta y larvada de la salud. Suele ser traicionera y su tratamiento es a largo plazo. Hay gente que opina que ante la enfermedad sólo cabe resignación, ya que se trata de un designio divino contra la persona por causas imputables a la misma: uno enferma porque hace las cosas contra lo natural o lo correcto (en sentido amplio). Por tanto, él mismo es el responsable de su desgracia.
El accidente crea un estado de alarma, sin embargo, contra la enfermedad debería existir una alerta constante. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001 parece un accidente, pero enmascara una enfermedad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 22 de mayo de 2002