De pronto, el técnico colombiano, Hernán Darío Gómez, apodado El Bolillo, comenzó a hacer encajes y la selección ecuatoriana, la 71ª en el ránking, ganó a Brasil, Perú, Paraguay y compañía y se encaramó a la segunda plaza del grupo suramericano de clasificación. Aprovechando las enseñanzas del entrenador Dusan Draskovic, el primer gestor de la nueva selección ecuatoriana, El Bolillo añadió su filosofía a un equipo que obtuvo su primera clasificación para un Mundial de la forma más sublime posible: con victorias sonadas (1-0 a Brasil) y partidos épicos, como las remontadas ante Perú y Paraguay.
MÁS INFORMACIÓN
Algo debe de tener Ecuador para tan increíbles hazañas o para continuar su racha con una victoria ante Yugoslavia (1-0) en los partidos de preparación para la cita mundialista. Tiene, por ejemplo, a Agustín Tín Delgado, un delantero negro, fornido y potente, que se inició como defensor en el Espoli y que, reconvertido en delantero en el fútbol mexicano, ha acabado por jugar en el Southampton, inglés, en la Premier League, un destino natural para sus condiciones técnicas y físicas. Delgado es un goleador clásico, un 9 típico, no exento de velocidad, que habita con comodidad en el área rival y tiene a bien rebañar cualquier plato que se le ofrezca al amparo de su explosividad.
Álex Aguinaga, que juega en el Necaxa, mexicano, es su complemento en la delantera, en la que suele habitar también Iván Kaviedes, ex del Celta, la eterna promesa ecuatoriana. Delgado, por ejemplo, fue el máximo goleador de la fase de clasificación junto al argentino Hernán Crespo, una carta de presentación nada despreciable para ser tenido en cuenta en el Mundial.
La inexperiencia puede ser la debilidad más notable de Ecuador en un torneo que reclama tanta contundencia como paciencia matemática. Hasta la fecha, se ha mostrado exultante en lo físico y lo técnico. Ahora le resta materializar los encajes de Bolillo en la tela adecuada de la competición.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de mayo de 2002