De pronto, surgió Turquía. Desde 1954 no compite en un Mundial, pero en el último decenio se ha hecho un hueco en el fútbol europeo -la Copa de la UEFA del Galatasaray ha sido su mayor logro- hasta convertirse en un próspero mercado de jugadores, aunque más promovido por la voracidad de los agentes que por las virtudes futbolísticas de sus protagonistas.
De pronto, surgió Turquía y las Ligas europeas se poblaron de futbolistas aguerridos o técnicos con suerte dispar, aunque la selección logró la clasificación para el Mundial en la fase de repesca y ante la débil Austria, previamente vapuleada por España.
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Se supone de Turquía la condición de país emergente en el fútbol europeo, aunque sus expectativas superan con creces a sus resultados. Hay una convicción absoluta sobre el compromiso de los jugadores turcos con su país, lo que le otorga la condición de equipo aguerrido y poco dado al entreguismo. Sin embargo, su fútbol se diluye en demasía en los grandes acontecimientos internacionales.
Sukur, delantero del Parma y ex del Milan, fue el abanderado de la eclosión turca. Tras él desfilaron un sinfín de futbolistas que hoy juegan en Inglaterra, Italia o España con resultados contradictorios. Nihat juega en España, concretamente en la Real Sociedad, donde también lo hizo Erdem, un fracaso absoluto de carácter en el club donostiarra. Tayfun, en cambio se quedó fuera.
Pero su figura más sobresaliente es Bastürk, el centrocampista del Bayer Leverkusen, un jugador que hace del fútbol un ejercicio de sutileza y que es experto en abastecer de oportunidades a los delanteros de que disponga.
Su grupo resulta asequible. Descontando Brasil, Turquía se juega la segunda plaza con China y Costa Rica. El combinado de Senol Gunes no debería tener problemas para superar la primera fase. Su problema puede ser el exceso de carácter.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de mayo de 2002