El catedrático encargado del curso Estudios sobre Beckham (Beckham Studies) en la Universidad de Staffordshire (Inglaterra) no se lo podía creer. Entendía el profesor Ellis Cashmore que David Beckham se había transformado en un ídolo nacional. Si no, jamás se le habría ocurrido crear un curso académico alrededor de él. Pero la histeria con la que el pueblo inglés reaccionó el mes pasado ante la noticia de que el capitán de su selección se había roto un pequeño hueso del pie izquierdo y que, de repente, parecía dudosa su participación en el Mundial rebasó todas las expectativas del experto universitario.
COMO TODA LA VIDA
Sven-Goran Eriksson posee un aire de refinamiento poco común en un seleccionador de Inglaterra. Pero sería un error pensar que el sueco, un técnico curtido en el fútbol italiano tras su tempranero triunfo en el Gotemburgo, vaya a convencer a sus jugadores de que lo que tienen que hacer es jugar al estilo continental. Todo lo que se ha visto del equipo inglés indica que en este Mundial jugará como los ingleses de toda la vida. Un fútbol rápido y agresivo, por no decir frenético, en el que las armas más efectivas serán el contraataque y el balón largo. Es decir, las mismas armas con las que venció a Alemania 1-5 en Múnich.
Todos los seleccionadores cuyos equipos se enfrentan a Inglaterra el mes que viene en Japón habrán visto el vídeo de aquella eliminatoria más de una vez. Y lo que habrán observado es que si van a impedir que Inglaterra les meta goles lo primero que van a tener que hacer es buscar la manera de quebrar la conexión Beckham-Owen. Lo cual no resultará fácil.
Para muchos expertos, a Inglaterra le falta madurez para ganar el Mundial. Seguramente es verdad, pero hay otra cosa que también lo es. Se refiere a otra eterna característica inglesa. A excepción de Argentina, ninguna otra selección irá con más ganas.
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"Los medios han cubierto la noticia con lo que casi se podría calificar de fervor religioso", comentó Cashmore a The Independent; 'es como si se hubiera lesionado uno de los doce apóstoles'.
Lo que le interesa al profesor del fenómeno Beckham es lo que refleja sobre el estado actual de la la sociedad inglesa. Aunque sería una equivocación pensar que las intensas emociones que despierta el centrocampista del Manchester United se limitan a su país natal. En Tailandia, por ejemplo, se toman la dimensión religiosa del futbolista muy en serio. Existe en el templo budista de Pariwas una estatua dorada de Beckham, esculpida hace un par de años por uno de sus devotos tailandeses. Y no son pocos. La lesión de Beckham fue noticia en toda Tailandia. Al anunciarla en uno de los telediarios, el presentador, Tueangporn Asawawilai, explicó a los teleespectadores: "Beckham es una superstrella tan enorme que, realmente, ha dejado de ser humano".
Y también en Japón, o al menos en la isla de Awaji, donde se aloja la selección inglesa, se ha creado una especie de culto, aunque, por el momento, meramente secular. Todas las oficinas del Gobierno local tienen colgada en sus paredes una foto del hombre que los japoneses han pasado a denominar Bekuhamu.
Lo que está claro es que si el Manchester United cuenta con más aficionados que cualquier otro equipo del mundo se debe en gran parte a Beckham -motivo por el cual el club le acaba de renovar el contrato por tres años pagándole más de 20.000 euros diarios. En Inglaterra, el club de Old Trafford provoca más odio que amor, pero tal ha sido el poder de seducción de Beckham sobre las masas que ahora, cuando se viste la camiseta de la selección, hasta los aficionados del Liverpool le aplauden.
Beckham es un hombre extraordinariamente afortunado. No sólo porque gana enormes cantitades de dinero; porque logró los dos sueños de su vida: convertirse en la estrella del equipo que apoyó desde pequeño y en capitán de la selección inglesa; porque sale en las portadas de más revistas que cualquier supermodelo, en las páginas de más periódicos que cualquier político; porque se casó con una vedette de la música pop; o porque la marca deportiva Adidas acaba de colocar en Birmingham una foto de su cabeza de 25 metros de altura que se podrá ver a más de un kilómetro y medio de distancia
No. La razón por la cual Beckham es un hombre extraordinariamente afortunado es que, a pesar de haberse convertido en un dios, ha logrado mantener los pies sobre la tierra. No se ha vuelto ni loco ni antipático. No recurre ni al alcohol ni a las drogas. Se mantiene en perfectas condiciones físicas y cada temporada parece mejorar como jugador. Es un profesional ejemplar y, según lo que se sabe de él, un buen hombre. Como se demuestra por el hecho de que, lejos de despertar resentimientos, es querido por sus compañeros, tanto en el Manchester como en la selección.
Otra cosa es si como jugador está a la altura de la idolatría que le rodea. Como lo estuvo el argentino Maradona, el único otro jugador en la historia del deporte que provocó tanto ardor en tanta gente y que sufrió tanta presión mediática. Y la respuesta tiene que ser "no". Beckham no se puede comparar con Maradona porque posee un repertorio futbolístico mucho más reducido. Maradona lo hacía todo fabulosamente bien. Beckham ni siquiera tiene regate.
Lo que tiene Beckham es personalidad, inteligencia y un talento para pegar al balón con el pie derecho pocas veces visto desde que sus compatriotas inventaron el juego en los tiempos de Shakespeare. Ningún otro jugador en el Manchester, está demostrado, cubre más kilometros a lo largo de los 90 minutos. Su visión del juego es excepcional: ve los movimientos de los demás jugadores como si estuviese no sobre el cesped, sino sobrevolándolo. Su precisión en el pase es exquisito y marca goles extraordinarios, como Molina, el portero del Deportivo, sería el primero en constatar.
Como consecuencia de ello, y porque fue él más que ningún otro jugador el responsable de que Inglaterra se clasificara para Corea del Sur y Japón, tiene todo el peso de su nación sobre los hombros. Durante junio, y hasta que su selección quede eliminada, Beckham será el rey, el primer ministro, el comandante en jefe de Inglaterra. Y en el caso de que Inglaterra ganase la Copa del Mundo no habrá título nobiliario -ni sir, ni lord, ni nada- que pueda corresponder al agradecimiento que sentirán sus compatriotas hacia él. Y los cursos sobre Beckham, los Beckham Studies, florecerían en todas las universidades del Reino.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de mayo de 2002