Dos vecinos guardan en sus domicilios respectivos varias toneladas de basura. Un día se reúnen en el portal y negocian una reducción de desechos. 'Si tú te desprendes de dos mil quilos de mierda, yo también', dice uno. 'De acuerdo', responde el otro. Y firman ante notario un documento como la cosa más natural del mundo. Pues eso es lo que han hecho Putin y Bush: acordar una reducción de su inmundicia atómica. Se quedarán con dos mil cabezas nucleares en lugar de las seis o siete mil de las que disponen ahora. Y eso ha salido en todos los periódicos como un modelo de cordura. ¿Quién lo entiende? Yo no, pero es que yo, del mismo modo que no sé qué diferencia hay entre tener cien millones de euros o doscientos, porque no dispongo de imaginación suficiente para malgastar doscientos, tampoco sé qué diferencia hay entre tener dos mil cabezas nucleares o siete mil, cuando con una sola y un poco de ingenio puedes cargarte a toda la comunidad.
Es como si el dueño de un restaurante negociara con sus clientes una reducción de los pelos de la sopa. Un solo pelo ya es intolerable, por favor, no caigamos en esas trampas. La reforma sobre la protección del desempleo, o como se llame, que el Gobierno acaba de aprobar por decreto, está llena de pelos. Sentarse a negociar esa cosa era ya un modo de aceptarla, es decir, un modo de renunciar a ser tú para convertirte en el otro. De hecho, cuando Putin y Bush se levantaron de la mesa y se quitaron las caretas, debajo de la de Putin apareció el rostro de Bush, y de la de Bush, el de Putin. En el futuro, en vez de intercambiar las estilográficas con las que firman esos documentos, deberían intercambiar las caretas. Sería un gesto de honestidad que apreciaríamos.
En fin, que estamos mal, sobre todo el Papa, que ha decidido fallecer en directo para desviar la atención de los 'casos aislados' de pederastia que brotan en el seno de la Iglesia (qué expresión, por Dios, 'seno de la Iglesia'). Cabe preguntarse si un solo obispo pederasta no es como una sola cabeza nuclear, o como un solo pelo en la sopa. Pero a lo mejor no es una pregunta patriótica y me la cargo, o sea, que retiro lo dicho, y me adhiero a todo. Viva España.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de mayo de 2002