Lo de sacar los libros a la calle de forma organizada, bajo especie de desfile de modas o feliz excursión familiar (eso según) supongo que conlleva un gran esfuerzo no siempre valorado. Dicen que la recién inaugurada Feria del Libro de Bilbao se merece más medios materiales y un apoyo mayor de las instituciones públicas. Nuestra feria, es verdad, resulta de una modestia franciscana comparada con las de Madrid o Barcelona. Lo que no tengo claro es que una macroferia sirva para otra cosa que aumentar el volumen de ventas de los señores Gala, Benítez o Coelho.
Una feria no dejará de serlo por el hecho de que se vendan un millón de vacas (no las de Manuel Rivas, que por cierto visitará Bilbao) en lugar de doscientas o trescientas cabezas de ganado. Quizás habría que idear una Feria del Libro alternativa, una antiferia (también hay anti-Oscars) que premiase a los libros más ignotos y menos vendidos (aunque la competencia sería encarnizada). No lo sé. Tampoco estoy seguro de que una feria sea el mejor modo de fomentar el libro y la lectura. Ni siquiera estoy convencido de que sea lo más apropiado recomendar ardorosamente la lectura. Las ferias nos demuestran que este proselitismo sirve fundamentalmente para que Antonio Gala y Paulo Colhelo amplíen su parroquia.
No es la primera vez que alguien propone, en cambio, decretar una ley que prohíba la lectura. Sólo una dictadura lo suficientemente obtusa (es decir, como todas) puede lograr que el personal se meta entre pecho y espalda los más inextricables y plomíferos textos. Hace cuarenta años, leer a Marx era tan excitante para algunos como hoy leer a Lucía Etxebarría. 'Prohibido prohibir', así rezaba una de las divisas del mayo parisino del 68. Treinta y cuatro años después, un veterano sesentayochista -el ex ministro Jean Luc Mélenchon- propone que se prohíba a Le Pen. Mucho más cerca, algunos altos cargos que leyeron a Marx contra Franco piden la ilegalización de Batasuna. Gracias a ellos, en la próxima Feria del Libro, la vida exagerada de Arnaldo Otegi será un best-seller.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de junio de 2002