Creo que se equivoca el ministro de Defensa, señor Federico Trillo, cuando considera legitimado al Ejército para colaborar en tareas de vigilancia fronteriza para repeler la inmigración irregular. Hasta ahora la intervención de los militares se ha reservado para ocasiones excepcionales, como catástrofes naturales o intervenciones de paz, como las de Bosnia o Kosovo, y así debería seguir siendo. La inmigración irregular, sin embargo, no reúne las características de urgencia o existencia de conflicto bélico que justifiquen la intervención de los militares.
Hacer ver que migración y ejército tienen algo que ver no hace más que transmitir a la sociedad la idea de que nuestros políticos no saben cómo tratar este fenómeno social.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de junio de 2002