La descastada pero manejable corrida del ganadero Pereda, en la doble versión de sus hierros, tuvo el problema añadido de la falta de fuerza. Nobles y sin emoción, fueron toros que no incomodaron a los toreros. Dejaron estar y resultaron muy aprovechables.
Barrera compuso con el quinto una faena de quietud y temple, cortando una oreja. Con su primero estuvo porfión pero sin relieve. Las dos faenas de Luguillano fueron, sobre todo, estéticas. Más ajustada la primera y más ventajista la del cuarto, pero falló con la espada y fue avisado en sus dos toros. Las dos faenas de Alberto Ramírez no fueron brillantes pero tuvieron fondo más que forma. La espada, al igual que a Luguillano le privó cortar orejas y escuchó un aviso del sexto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de junio de 2002