Con su carta conjunta al secretario general de la OTAN, Blair y Aznar no sólo expresan su 'visión compartida' sobre sobre el futuro de la Alianza, sino que le lanzan un guiño a Washington en unos momentos en que la brecha entre Europa y EE UU se agranda de forma preocupante. Pedir una reforma radical para reforzar la OTAN, y buscarle un nuevo sentido, es una manera de señalarle a la Administración de Bush el deseo de colaboración de estos dos dirigentes, uno, de un país que mantiene una histórica relación especial con EE UU, y el otro, que aspira a que España llegue también a tener unos vínculos particulares. Está por ver, sin embargo, si a esta Administración unilateralista le interesa realmente la OTAN, cuyos servicios, salvo para vigilar el espacio aéreo norteamericano, rechazó Washington tras el 11-S, cuando los aliados activaron por vez primera el artículo 5 sobre defensa mutua.
La cartas conjuntas son una fórmula habitual en la vida de la Unión Europea, pero insólita en el marco de la Alianza, especialmente a sólo unos días de la reunión OTAN-Rusia en Roma, en la que no entraron en detalles, y cuando faltan seis meses para la cumbre de Praga, que ha de decidir la reforma de la organización y una nueva ampliación a países del antiguo Pacto de Varsovia. Esta ampliación puede abrir una crisis de identidad que convierta la Alianza en un instrumento más político que militar. Aznar y Blair proponen lo contrario: lograr una mayor capacidad militar para que sus medios y los de los Estados 'puedan usarse flexiblemente donde quiera que sea necesario', lo que no significa que la Alianza como tal vaya a intervenir fuera de su ámbito geográfico, como también piden Aznar y Blair.
No es seguro que todos los aliados sigan esta línea, menos aún cuando Bush ha anunciado estar dispuesto a lanzar ataques preventivos contra focos sospechosos de terrorismo, cuando sopesa una acción de envergadura contra Irak o sitúa a Irán en su eje del mal. Es, además, harto discutible que la OTAN sea el foro adecuado para hacer frente al terrorismo en sus diversas formas o, como proponen Aznar y Blair, para el 'control de fronteras' (¿contra la inmigración ilegal?). Ahora bien, viniendo de Londres, resulta especialmente positiva la insistencia en el desarrollo de las capacidades de seguridad y defensa de la UE, en conjunción con la OTAN, aunque está aún por demostrar que esta colaboración llegue a funcionar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de junio de 2002