La eliminación de la selección francesa dejó a sus seguidores a mitad de camino entre la desolación y la incredulidad. Fue un mazazo inesperado para una afición que soñaba con un milagro de última hora para llevar al actual campeón del mundo a los octavos de final. No ocurrió porque ni siquiera consiguió ganar a Dinamarca. Los espectadores tricolores se quedaron petrificados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de junio de 2002