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Crónica:Mundial 2002 | Grupo G: México e Italia, adelante

'Cielito lindo'

México festeja su fútbol; Italia, su clásico dominio del cálculo aritmético

Minuto 0: Italia, clasificada. Minuto 34 en Oita: gol del mexicano Borgetti: Italia está eliminada. Minuto 48 en Yokohama: gol del ecuatoriano Méndez: Italia vuelve a estar clasificada. Minuto 85 en Oiti: gol de Del Piero: Italia apuntala su pase a los octavos de final. Minuto 90: Italia y México no quieren seguir jugando porque Croacia ha perdido. El árbitro se ve obligado a ahorrarse un minuto de los cuatro de prolongación porque no hay partido. Italia se clasifica y el Mundial tiembla porque cuando lo anterior ocurre suele salir campeona.

La sensación de ver el México-Italia y el Ecuador-Croacia a la vez en dos televisores produce una situación trepidante, tan esquizofrénica como engañosa. Realidad virtual porque al final ocurrió lo previsible: México alcanzó los octavos como acostumbra -lo consiguió en los dos últimos Mundiales y en el anterior incluso llegó a los cuartos- e Italia cortó su hemorragia con una transfusión ajena, de Ecuador.

Italia es ciencia pura. 'Madurez', lo llamó ayer su seleccionador, Giovanni Trappatoni. Recuérdese sin ir más lejos España 82 y su lamentable paso por Galicia en la primera fase: tres empates. Luego, fue campeona con un fútbol soberbio. Tan fiel a la tradición es Italia que cada Mundial propone la misma polémica: enfrentar a dos grandes jugadores que el técnico considera incompatibles. Del Piero, últimamente, es uno de ellos. Su rival, antes Baggio, es ahora Totti. Ayer se resarció. A falta de cinco minutos, Italia dio un paso adelante: metió a Del Piero y se bajó del alambre, no fuera que Croacia, en un rebote, marcara un gol.

Menos le importaba el repaso táctico, técnico y anímico que le dio México, un equipo que sacó a los aficionados a la calle a cantar Cielito lindo. No en vano ya han tocado el cielo llegando a donde solían. La canción valía para Italia, que tiene a bien encomendarse al cielo y a la aritmética cuando las cosas se tuercen, hasta el punto de que hay quien piensa que lo hace a propósito.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de junio de 2002