El azul marino está de moda rabiosa en Francia. No sólo es el color de los uniformes de la Policía Nacional, que el Gobierno promete multiplicar, sino el que mejor define la aplastante mayoría conseguida ayer por la derecha en la Asamblea Nacional. Este sector controlará en torno a 400 de los 577 escaños de la cámara, y uno de sus partidos, la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), sobrepasa por si solo la mayoría absoluta y no necesitará el apoyo del grupo centrista de François Bayrou. Frente a ellos, una izquierda reducida a 178 escaños, en la que Martine Aubry, la ex ministra de las 35 horas, resultó guillotinada lo mismo que Jean-Pierre Chevènement y el presidente del Partido Comunista, Robert Hue.
Jacques Chirac completa sus objetivos políticos y ocupa la totalidad del poder
El electorado de izquierda decidió concentrarse sobre socialistas y comunistas
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La dimensión de la mayoría parlamentaria de la derecha es mucho mayor de la que reflejan sus votos, un 52,8%, frente al 45,3% de la izquierda. Jacques Chirac completa así sus objetivos políticos y ocupa la totalidad del poder. Se encuentra en la situación más confortable de un presidente de la República desde hace más de treinta años, apoyado en un instrumento como la UMP, que aún no ha celebrado su congreso fundacional, y en un jefe del Gobierno, Jean-Pierre Raffarin, que era un desconocido hace un par de meses. Raffarin dimitirá hoy para ser confirmado de inmediato.
"El proyecto de Chirac obtiene el premio de la confianza", aseguró anoche el primer ministro, en un discurso destinado a resaltar que la concentración de poderes es justo lo que Francia necesita. Prometió "respetar a la oposición" pero "aplicar el conjunto del programa" definido por Chirac. "No podemos decepcionar, trabajaremos para mejorar la vida de los franceses, actuaremos con firmeza y apertura", agregó Raffarin entre el entusiasmo de sus partidarios.
Frente a esta mayoría de excepción, el trozo del electorado de izquierda que vota decidió concentrarse sobre el Partido Socialista y el Partido Comunista. Éste último logró evitar la pérdida del grupo parlamentario, al superar la veintena de diputados electos. Su presidente, Robert Hue, no consiguió salvar la cabeza de la guillotina que le amenazaba en una circunscripción obrera cercana a París; pese al apoyo de toda la izquierda, la extrema derecha se volcó en el candidato chiraquista después de que el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, pidiera el voto contra Hue.
Por el contrario, el primer secretario del Partido Socialista, François Hollande, salvó la cabeza en la circunscripción de Corrèze. Su reelección evita que sea cuestionado como dirigente nacional y los 150 diputados socialistas elegidos constituyen un "resultado honorable" de cara al congreso del partido, en la primavera de 2003. Simbólicamente, Hollande conserva el escaño del departamento en el que se encuentra el castillo privado de la familia Chirac, resistiéndose así a la campaña que hicieron contra él la esposa del presidente, Bernadette Chirac, y el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin.
La guillotina se abatió, sin embargo, sobre la cabeza de Martine Aubry, conductora de las principales batallas sociales del Gobierno anterior. No sólo las leyes que limitaron la jornada laboral a 35 horas semanales, sino la cobertura sanitaria universal y el reequilibrio de las cuentas de la Seguridad Social: una de las mujeres más emblemáticas de la política francesa, que habría podido ser primera ministra con Lionel Jospin de presidente. Reputada como una recia personalidad, apenas pudo reprimir las lágrimas al reconocer su "parte en la derrota de la izquierda", batida con el 49% de los votos en una circunscripción popular de la periferia de Lille, la ciudad de la que es alcaldesa. También ella figuraba en la "lista negra" de Le Pen.
Los socialistas lamentan igualmente la derrota del anterior presidente de la cámara parlamentaria, Raymond Forni, y del ex ministro de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici. Jóvenes diputados de la llamada "generación Jospin" -Marisol Touraine, Vicent Peillon- salen del Parlamento, en el que se mantiene Arnaud Montebourg y entra el ex portavoz del Gobierno socialista, Manuel Valls, de origen español.
El triunfo electoral de los "socialistas modernizadores" o "social-liberales" fortalece su papel futuro: los ex ministros Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn fueron reelegidos ayer con toda facilidad. "Haremos una oposición responsable, pero sin concesiones", se apresuró a indicar Fabius, que aspira al liderazgo de la minoría socialista en la Asamblea.
No obstante, los buenos resultados de la izquierda en París realzan el papel del alcalde de la capital, Bertrand Delanoë, que emerge como una figura de dimensión nacional en el seno del Partido Socialista. Frente a la "marea azul" que le rodea, la capital francesa tiene por primera vez una mayoría de diputados de izquierda, con una derecha que recupera a personajes como Jean Tiberi, el ex alcalde al que el antiguo partido de Chirac (RPR) expulsó de sus filas por corrupción, y que reaparece ahora bajo el paraguas del nuevo partido chiraquista (UMP).
La guillotina se abate también sobre Jean-Pierre Chevènement. Duro castigo para el provocador de la primera gran crisis sufrida por el Gobierno de Lionel Jospin, que aquél abandonó en agosto de 2000 por desacuerdo con el proyecto de autonomía para Córcega. De tercer hombre en la carrera por la presidencia de la República pasa a vencido en la elección parlamentaria por el distrito de Belfort, un bastión obrero del este de Francia, en que una abstención masiva de izquierda dio paso al triunfo de un dirigente local de la UMP. Todos los demás diputados cercanos a Chevènement habían sido derrotados en la primera vuelta.
Los Verdes tampoco aguantan el tirón. Su ex ministro Yves Cochet logró ser elegido en París, gracias al empuje de la izquierda en la capital, e igualmente pasó el listón el que fue aspirante ecologista a la presidencia de la República, Noël Mamère. Sin embargo, la secretaria nacional de este partido, Dominique Voynet, resultó derrotada en otra circunscripción.
Frente a este panorama, el enorme triunfo de la derecha no tiene más "pero" que el de la enorme abstención, cercana al 40%, que traduce el malestar revelado por la primera vuelta de las presidenciales. Si el pasado 21 de abril se puso de manifiesto la existencia en Francia de importantes corrientes extremistas, esa situación quedó oculta ayer, durante la segunda vuelta de las elecciones legislativas, subsumida en la abstención o eliminada del Parlamento por el efecto del escrutinio mayoritario.
El propio Alain Juppé, reelegido como diputado en Burdeos con el 55% de los votos, hizo un llamamiento "contra el triunfalismo" y trató de mostrarse conciliador: "Esto no es la revancha de la derecha contra la izquierda, no se trata de deshacer todo lo que se ha hecho en el periodo precedente. Cambiaremos quizá un cierto número de cosas, pero sobre todo vamos a escuchar", prometió el político que perdió las elecciones generales de 1997 a manos de Lionel Jospin.
Juppé se encargará de dirigir la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), que tiene previsto celebrar su congreso fundacional en el mes de octubre. Un partido todavía "provisional", con una dirección igualmente provisional, obtiene de una tacada la mayoría absoluta del Parlamento: todo un símbolo del cierre forzado de las convulsiones que han sacudido al país y de la crisis que vive el sistema de representación de la República francesa. El Frente Nacional, tercer partido político de Francia, se declaraba anoche escandalizado de verse fuera del Parlamento, mientras el Partido Comunista, con muchos menos votos, tendrá una veintena de diputados: "Siento vergüenza de ser francés", gritó el candidato de origen magrebí Fahrid Smahi, al parecer arrepentido de haber defendido que "ante todo hay que ser francés".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de junio de 2002