Érase una vez un pequeño déspota y una huelga general muy perversa. Cuando el pequeño déspota percibió sus pasos, se echó en el regazo de su esposa, y lloró. No temáis, mi señor, y convocad a vuestros consejeros. Los consejeros eran pájaros de altura, lobos de colmillos retorcidos y zorros bien alimentados, en gallineros ajenos. Aquella asamblea de criaturas silvestres tomó asiento a los pies del pequeño déspota: Os advierto que la huelga general pretende devorarme; y devorarme a mí es devorar a todos. Hubo un murmullo de aprobación. ¿Y qué podemos hacer, señor?, inquirió uno de los consejeros. Tenemos el poder y aunque no nos está permitido impedirle la entrada, sellaremos todas las puertas de la muralla, menos una: en esa pondremos tan altos los impuestos de portazgo, que a ver quién paga. Para que la huelga general no se nos envalentone, tú -le ordenó a la urraca que vigilaba las arcas- avisa a los guardabosques para que la pongan bajo la mira de sus escopetas. Luego, envió al resto de consejeros para que, con intimidaciones o zalemas, según, disuadieran a menestrales, comerciantes y labradores, de cualquier manifestación; mientras, los pregoneros voceaban por calles y alquerías, los edictos más zafios que jamás se habían oído.
Se hizo el día y el pequeño déspota amaneció descompuesto y pálido. Y cuando llegó la huelga general, muchos vecinos la saludaron jubilosamente, en tanto el pequeño déspota se pudría de rabia e impotencia. La guarida del palacio, se aprestó a protegerlo, pero la huelga general apenas si lo rozó con una varita de olivo. Y entonces ocurrió el prodigio: el pequeño déspota se convirtió en rana. Cuando por la noche se disolvió la huelga general, su esposa lo felicitó: habéis triunfado, señor. Puede, pero me he quedado en rana. Para volverlo a su natural, el mago de palacio auguró que bastaba el beso de una hermosa princesa. Y como quiera que acababa de llegar la princesa Unción Europea le rogaron que lo besara. Huy, mire, usted, me da asco besar a una rana. Y que coño quiere, si yo no soy más que una drag queen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 19 de junio de 2002