Los policías del dispositivo Tauro, los de primer turno del plan montado para la huelga general, estaban en posición a las 22.00 del día 19. Los coches llenos de combustible y cargados con cizallas y baterías para los pokets (radioteléfonos). El día antes habían sido aleccionados de que "los mayores problemas" iban a surgir en su turno, "a primeras horas de la noche, con el movimiento de piquetes con silicona, clavos, etcétera", según sus instrucciones escritas, en las que su misión quedaba perfectamente definida: "Crear un ambiente de seguridad mediante actuaciones de carácter preventivo y disuasorio que propicie la anulación del riesgo de piquetes violentos y, en su caso, neutralización, detención y puesta a disposición judicial".
La primera ola tenía que aguantar hasta que a las siete de la mañana se sumaran los agentes del dispositivo Tauro-Alfa, la segunda línea de contención. Desde esa hora y hasta las 13.00, todos los policías y guardias civiles de España, salvo los que sirven en las oficinas de denuncias y en la vigilancia de comisarías, estuvieron en la calle. "Las fuerzas de seguridad han dado la talla y han hecho el mayor esfuerzo del que han sido capaces", sentenciaba a las cinco de la tarde Mariano Rajoy, ministro del Interior.
Los servicios de seguridad pública llevaban encima instrucciones muy precisas sobre cómo debían actuar. "En caso de piquetes violentos, se procurará la detención de los autores, responsables e instigadores"; "si se tratara de piquetes informativos de actitud normal, se procederá a su observación y seguimiento en prevención de que devengan en piquetes de otro carácter"; y si encontrasen "piquetes integrados por un elevado número de personas, en actitud pasiva pero obstaculizando el desarrollo normal de la actividad legítima, se procederá a avisarles de la necesidad de evacuar el punto de concentración (...) y en caso de no atender las indicaciones policiales, se procederá a su disolución y detención de las personas responsables". Todo esto siempre que los policías fueran más numerosos que los componentes del piquete, porque en caso contrario, la orden era "dialogar con ellos [los piquetes] hasta la llegada de más efectivos".
Los incidentes comenzaron pronto y fueron especialmente intensos hasta las 15.00. "Ha habido más de 1.000 acciones de piquetes violentos en distinto grado, con actos que han ido desde agresiones directas a fuerzas de seguridad hasta daños y lesiones", aseguró Rajoy. Los incidentes más graves "de los numerosos atentados sufridos por los agentes de seguridad", según la Dirección General de Policía, fueron dos: la muerte por infarto del inspector jefe Manuel Gil Miranda (de Extranjería), tras enfrentarse a un piquete en un centro comercial de Leganés (Madrid), y la agresión por parte de un piquete de 100 personas a dos dotaciones de policía en la calle de General Sueiro de Zaragoza.
Las fuerzas de seguridad habían detenido, a dos horas del final del paro, a 104 personas (47 en Madrid y 22 en Barcelona) por su presunta participación en actos violentos de piquetes. Los arrestos se produjeron mediante "seguimiento y embolsamiento de los grupos coactivos y violentos". Las 15 primeras horas fueron cubiertas por los agentes Tauro, los del primer turno, que comenzaron a retirarse a las 13.00, cuando la segunda oleada de policías llevaba cinco horas en la calle y le quedaban diez. Y eso que la orden de la Dirección General de la Policía las pintaba peores: "Absolutamente todos los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía estarán trabajando y en estado de alerta desde las 22.00 del 19 de junio hasta las 24.00 del día 20 de junio". Los sindicatos policiales denunciaron ayer el "abuso" que, a su juicio, suponían los horarios de 15 horas en el mejor de los casos y de 26, en el peor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de junio de 2002