Asusta que un Parlamento sea lo que fue ayer la Asamblea de Madrid. Medio hemiciclo desierto. El otro medio, hablando de sus cosas. Por y para ellos mismos. Terrible. Cuatro diputados del PSOE abandonaron la sesión cuando el presidente de la Cámara, Jesús Pedroche, del PP, impidió al portavoz socialista, Pedro Sabando, que explicara la decisión de no intervenir. Si la oposición -IU no acudió al Parlamento- quería que el interés estuviera en la calle, lo consiguió. Porque ni la sesión, la última del curso, despertó interés, ni lo de ayer fue parlamentarismo.
Quedó el PP dueño y señor de la Asamblea. ¿Y, para qué? ¿Hay que decir que las señorías del PP ni siquiera se interesaron por sus propias preguntas? Hasta los escasos aplausos destilaban desgana, tedio, aburrimiento. Fue el mejor ejemplo de que la democracia es diálogo, pensamiento, ideas contra ideas. Y nada de eso hubo.
Cómo no recordar los versos de Gil de Biedma: 'El Gobierno, reunido en Consejo de Ministros / no se sabe si estudia a estas horas / el subsidio del paro o el derecho al despido / o si, sencillamente, / aislado en un océano, se limita a esperar que la tormenta pase'. La Asamblea estuvo aislada en su océano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de junio de 2002