Esta carta me sale de las vísceras. Es producto de ver un reportaje de televisión durante la huelga del 19 de junio. Un conductor de autobús trata de iniciar su jornada laboral y es increpado por un pequeño piquete de huelguistas. El portavoz del piquete le increpa: '¿Qué haces, no sabes que estamos en huelga?'. El conductor, tranquilamente, les responde: 'Mi sindicato convoca a la huelga del día 20'. Ante esa respuesta, el piquetista continúa: 'Tu sindicato es español, ¿o no lo sabes? Estamos en huelga y eres un esquirol'.
No pude por menos que sentir una extremada congoja. Soy sindicalista y formo parte de un sindicato vasco. Pero no pude por menos que sentir que aquellos huelguistas estaban en una galaxia muy alejada de la mía. No se les ocurrió criticar a UGT y CC OO por centralistas, o por haber apoyado en otras ocasiones las reformas del PP o del PSOE, o también, lo que hubiera sido legítimo, porque no tienen en cuenta la relación de fuerzas sindicales existente en Euskal Herria, no. Lo que le criticaban, a modo de insulto, es que eran españoles y calificaban de esquirolaje el seguir la convocatoria de huelga de estos sindicatos.
No sé si quienes formaban el piquete eran de ELA o de LAB. Pero eso no me impide romper una lanza a favor del conductor. Y en alguna medida, de CCOO y UGT. Estos sindicatos tienen una idea y un comportamiento con respecto a Euskal Herria que no comparto y critico. Pero ello no nos debería llevar nunca a negar algo que tiene mucho contenido: son sindicatos vascos, si entendemos con ello que están compuestos de gente vasca, que trabaja y vive en Euskal Herria. Por mucho que no defiendan la capacidad de nuestro pueblo a decidir por sí mismos, en tanto que entienden que formamos parte de España. ¿Acaso, no compartir esa idea es merecedora de negarles su pertenencia a nuestro pueblo? ¿Dónde queda la idea de la pluralidad de identidades, y el respeto y la legitimidad de todas ellas, en el ideario de la izquierda vasca?
Si queremos avanzar en la resolución del conflicto vasco, en la construcción de un País Vasco más integrador y justo, tendremos que combatir seriamente este tipo de comportamientos. De lo contrario, me temo que la confrontación va para largo, y muy mal encaminada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de junio de 2002