Vinos de hielo. Mostos nacidos de una vendimia tardía con uva sobremadura y, por consiguiente, con una mayor concentración de azúcar y aromas. La recolección se realiza entre diciembre y enero, cuando el grano está helado, con el peligro que implica esperar a la total maduración de la uva y se aprovecha la madrugada cuando el termómetro marca entre 8 y 10 grados centígrados.
Esta es una práctica casi desconocida en nuestro entorno, salvo algún caso aislado En países como Austria, Alemania o Canadá la llevan a cabo y sus vinos de hielo son muy apreciados en todo el mundo, llegándose a pagar precios desorbitados por ellos.
En el recientemente finalizado Salón Vinonoble, celebrado en Jerez y dedicado exclusivamente a vinos licorosos, este Inniskilin de Canadá ha brillado con luz propia, entre todos los vinos nobles del allí representados del mundo.
Sigue la pauta de los Icewinw o Eiswein europeos; vinos dulces nada empalagosos debido a su alta acidez y a la vez muy fáciles y agradables de tomar, pues el grado alcohólico nunca llega a pasar de los 10º. La inmensa mayoría está elaborada con uvas blancas y son perfectos para degustarlos solos o acompañados de un buen postre.
Son caldos que seducen desde su color amarillo dorado brillante, sus aromas de fruta escarchada, notas profundas de miel. Un paladar goloso y persistente, profundo de nota exóticas y dulces. Tiene todas las características para convertirse en el mejor compañero de una larga conversación en la tertulia.
Es momento de que abramos nuestro paladar a estos vinos regalo del invierno para los amantes del vino. Son mostos que deben ocupar, como así sucede cada vez más, mayor espacio en las tiendas especializadas y en las bodegas particulares. Sin olvidar que ocupan siempre un lugar preferente en la mesa los buenos gourmets que se precien.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de junio de 2002