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Reportaje:

Salud para las más pobres

Una guía para cooperantes explica cómo ayudar a las mujeres sin que los hombres se opongan

Un o una cooperante en África es fácil que se tope con ritos de ablación de clítoris. ¿Debe lanzar la alarma o conformarse en aras de la diversidad cultural? A situaciones así intenta responder Salud y género, la primera guía práctica para profesionales de la cooperación que se publica en España bajo los auspicios de Médicos del Mundo, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y el Grupo de Interés Español en Población, Desarrollo y Salud Reproductiva.

"Tu papel debe ser prudente", dice la comadrona August Burn en su capítulo sobre temas clave de intervención. Recomienda no usar la expresión mutilación genital femenina, pero actuar contra la ablación del clítoris. ¿Cómo? Primero, averiguar qué hacen al respecto las organizaciones locales de mujeres y cuáles son los aspectos legales. Y luego promover la educación de la comunidad sobre los riesgos; además, apoyar programas que introducen nuevos rituales no perjudiciales.

Un o una cooperante, cuando se mete en un proyecto, debe partir de una premisa: la gente con la que se va a encontrar se divide en hombres y mujeres, y la salud y costumbres de unos y otras hay que enfocarlas casi siempre de manera distinta. Hay, además, problemas específicos. Cada hora mueren 60 mujeres en el mundo por complicaciones del embarazo o del parto. En ese lapso, 228 niñas sufren mutilación genital.

Sin embargo, la salud reproductiva suele entenderse cómo reparto de condones o labor de planificación familiar. Pero abarca mucho más: la maternidad sin riesgo, la prevención de la violencia sexual y tratamiento de sus víctimas, y las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el sida. "Puede afirmarse que gran parte de los fracasos en cooperación se deben a no incluir la salud reproductiva y la perspectiva de las diferencias en la vida de hombres y mujeres", dice Irene López, una de las coordinadoras de la guía. En ella se ha incorporado la visión de los hombres, porque se considera que sin ellos no habrá cambio.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de junio de 2002