Ya en latín, distribuere significaba 'repartir'. El inglés adoptó su participio desde el siglo XV; a través de él nos ha entrado en muchos términos técnicos: distributed data processing, distributed environment... En general, los hemos asimilado (proceso de datos distribuido, entorno distribuido), aunque fuera de este contexto distribuido siempre exige un complemento, normalmente: nadie hablaría de una 'bodega distribuida', si no se añade 'entre varios edificios', por ejemplo.
En el modelo cliente/servidor una máquina pide cosas a otra, que es la que hace el trabajo, pero en el modelo distribuido cada ordenador de una red interconectada tiene capacidad de procesamiento autónomo, aunque suele haber uno que coordina el proceso.
En sistemas distribuidos, la capacidad de procesamiento de cada ordenador se suma a la de los otros, y si el número total de máquinas es grande, superará en muchas veces la capacidad máxima que puede prestar un solo ordenador gigante.
Si esa computación distribuida hace uso, además, del tiempo de procesamiento que nos sobra en nuestros ordenadores domésticos o empresariales, y para un fin justo, estaremos ante uno de los ideales: hacer el bien sin esfuerzo y sin que nos cueste nada...
Es el caso, por supuesto, de proyectos como SETI@home (http://setiathome.ssl.berkeley.edu/), que intenta encontrar huellas de inteligencia extraterrestre analizando las señales llegadas del espacio, y que reparte los datos y el procesamiento entre 3,5 millones de ordenadores, que pronto sumarán un millón de años de tiempo de procesamiento. Existen otros, como el que investiga el cáncer, liderado por el Oxford University's Centre for Computational Drug Discovery (www.chem.ox.ac.uk/curecancer.html), y que ya tiene 1,5 millones de ordenadores.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 27 de junio de 2002