Cuando se te muere un hijo, pierdes la alegría y las ganas de vivir; por si esto fuera poco, Hacienda se encarga de que también pierdas dinero. Mi caso es ciertamente atípico, pero real (ojalá fuera todo un mal sueño): yo perdí a mis dos hijos (afectados ambos de parálisis cerebral) el año pasado. Ahora, al hacer la declaración de la renta, me encuentro con que no tengo derecho a deducir por ellos ni por su minusvalía (superior al 90% en ambos casos) porque Hacienda sólo contempla la situación a 31 de diciembre. La conclusión es que mis hijos no han existido en todo el año 2001 (mi hija falleció el 19 de noviembre y mi hijo el 25 de diciembre). Les han suprimido de un plumazo.
Calculando por encima, esto supone 1.800 euros que no me van a devolver. Además, los gastos de los funerales (aproximadamente 3.000 euros) tampoco tienen más importancia para Hacienda que si me los hubiera gastado en unas vacaciones en el Caribe, aunque esto tiene cierta lógica: si no han existido, no se les puede enterrar.
He leído que el ministerio está enviando cartas a los contribuyentes para informarnos de que cada vez pagamos menos impuestos; yo no la he recibido aún, pero preferiría que vinieran en persona a contarme un cuento cada noche hasta que me duerma (el sueño es otra de las cosas que he perdido).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 27 de junio de 2002