El ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, sí dedicó ayer varias de sus múltiples comparecencias a señalar que sus polémicos pensamientos no llegaban provocados por ninguna ambición personal o política ni por un malestar contra Javier Arenas, su sucesor en la secretaría general del PP, o ya en genérico con la dirección del partido. "No voy a dimitir de la funesta manía de pensar, sobre todo, desde un plano de absoluta lealtad y espíritu constructivo con el partido", resaltó.
Cascos aclaró que no está tras ningún tipo de estrategia de confrontación. El objetivo único es responder "a un tema de actualidad que yo no he suscitado y del que sólo he dicho lo que pienso. Fuera de eso les aseguro que no hay nada más". Cascos aclaró que no ha conversado al respecto con José María Aznar, de viaje en Canadá, ni tampoco con el propio Arenas, con el que ayer se cruzó varias veces por los pasillos del Congreso. Arenas le saludó al inicio de la mañana con un enfáticamente cariñoso: "Buenos días, don Francisco". Luego se vigilaron a distancia y de reojo.
Las relaciones entre Cascos y Arenas no son buenas. No lo son ahora ni lo han sido nunca. Cascos presume de su calidad como pata negra y veterano dirigente de la primitiva Alianza Popular. Cree que los llegados más tarde al refundado PP deberían mostrar más respeto hacia los que tuvieron que pagar de su bolsillo el alquiler de las primeras sedes.
En el XIV Congreso Nacional del PP, el pasado enero, Cascos despertó de su letargo de varios años del primer plano político para demandar más democracia interna y participación de las bases en la elección del futuro candidato a la presidencia. En mayo, tras otros meses de voluntario ostracismo, esa "conciencia crítica" de Cascos reapareció para advertir al Gobierno y al partido de la inconveniencia, incluso con respecto a su programa electoral, de la fusión de las dos actuales plataformas digitales.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de junio de 2002