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Crítica:

Ardiente visión de los sesenta

Doris Lessing publica un libro que parece un ejercicio novelado del tercer tomo de su autobiografía. El sueño más dulce es la historia coral de una familia del Londres hippy.

El sueño más dulce es la última, esperada y magnífica novela de la flamante premio Príncipe de Asturias 2001. En el prólogo, Lessing confiesa que espera 'sobre todo haber sido capaz de recrear el espíritu de la década de los sesenta' (página 9), y que se reconstruye con un evidente sarcasmo del que dan fe alusiones a 'aquella mentalidad de 'todo es para bien en el mejor de los mundos posibles' que algún día simbolizaría los años sesenta' (página 34). La trama se centra en una familia de aluvión, en el Londres hippy de los sesenta. Conviven la abnegada Frances, sus hijos Colin y Andrew, incontables jóvenes descarriados que encuentran allí un refugio liberal y bohemio como su propia época, su ex suegra Julia, matriarca del clan (con sonoros ecos de Mrs. Dalloway) y atildada burguesa de origen alemán que acoge en su caserón a toda la troupe, y su ex marido Johnny Lennox, el Camarada, recalcitrante líder comunista envilecido por sus ideales, que no cumple con sus deberes de padre porque prefiere los escarceos con jovencitas militantes -y que responde a los reproches de su propia madre acusándola de 'ser un típico miembro de las clases explotadoras que sólo piensa en el dinero, mientras que él trabaja para el futuro de toda la humanidad' (página 25)-. También la hijastra de éste, Sylvia, beatífica doctora que acabará, como la novela, trasladándose a Zimlia -entiéndase Zimbabue, tierra adoptiva y el más dulce de los sueños de Lessing-, luchando contra el sida y la corrupción, rindiéndole pleitesía a aquel idealismo de los jóvenes de los sesenta que la novela analiza desde un caleidoscopio imaginario.

EL SUEÑO MÁS DULCE

Doris Lessing Traducción de María Eugenia Ciocchini Ediciones B. Barcelona, 2002 515 páginas. 21 euros

La autora asegura no haber

escrito el tercer tomo de su autobiografía, el que seguiría a Dentro de mí (1994) y Un paseo por la sombra (1997) -cuyo final se da la mano con el arranque cronológico de El sueño más dulce- para no herir a personas vulnerables, y añade que eso no significa que esta novela sea la versión novelada de ese mismo tercer volumen. Sin embargo, conforme avanza, el texto desmiente la advertencia preliminar, y le revela al lector su condición, en efecto, de ejercicio autobiográfico disfrazado en cierto modo de roman à clef, y de recorrido a un tiempo cómplice y lúcido por su bibliografía anterior. Así, Frances es la propia Doris Lessing, que también cuidó a jovencitos con pájaros en la cabeza al llegar a Londres en 1949; Johnny es el retrato caricaturesco del militante comunista Gottfried Lessing, con quien la escritora británica se casó en Rodesia en 1943, como explica en las páginas 318 y siguientes de Dentro de mí (Destino, Barcelona, 1997); Sylvia trabaja en una misión en Zimbabue, y su personaje es el retrato de una joven Doris desprendida y solidaria que muchos años después hará memoria de su propia juventud en la colonia en Risa africana (2000); la Campaña por el Desarme Nuclear remite a las movilizaciones antinucleares que transitan por las páginas del último volumen de la pentalogía Hijos de la violencia (1952-1969), del mismo modo que el abandono de los vínculos políticos de Frances se mira en el desilusionado escepticismo de Martha Quest, la célebre álter ego de Lessing.

Lessing retrata los sesenta

desde la nostalgia de la inocencia perdida para siempre, pero asimismo desde el rencor por el desperdicio de años y esfuerzos en los ideales de un comunismo por el que más tarde se sintió traicionada. La autora de El cuaderno dorado (1962) ha escrito esta última novela con 81 años y la mujer de nuevo en el punto de mira, y por cada frase fluyen, sin embargo, como el primer día, la rabia, la sangre, el compromiso o la fidelidad a las emociones, expresadas en diálogos que, una vez más, atrapan la vida. El sueño más dulce no sólo constituye una lección magistral de composición de personajes, de orquestación de un relato coral que avanza por tres generaciones, es sin duda una de las mejores novelas de Doris Lessing, que supera incluso a De nuevo, el amor (1996) y muestra, como en el caso de Saul Bellow en Ravelstein, que es obvio que talento y provecta edad no tienen por qué estar reñidos. Y si algún lector, bajo la hermosa historia de El sueño más dulce, tropieza con vehemencias o hipérboles, que piense, como dijo Scott Fitzgerald, que 'narrar lo extremo como si fuese lo corriente es lo que en realidad te sitúa de lleno en el arte de la ficción'.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de junio de 2002

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