El Gobierno considera que "sería poco razonable" que el Rey o algún miembro de la familia real asistiera a las celebraciones de la boda de Mohamed VI de Marruecos mientras Rabat no devuelva a Madrid a su embajador, llamado a consultas el pasado octubre. Así lo confirmaron ayer fuentes diplomáticas españolas, que entienden que la propia Casa del Rey participa de esta posición. En La Zarzuela no se ha recibido invitación ni indicación de la proximidad de este evento, capaz de enconar la crisis de las relaciones bilaterales.
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Según noticias publicadas la semana pasada por un diario marroquí, Mohamed VI prepara la celebración en Rabat, los próximos 12, 13 y 14 de julio, del matrimonio que contrajo en la intimidad el pasado 21 de marzo con Salma Bennani, una joven ingeniera informática cuya identidad ha sido revelada oficialmente, a pesar de que las esposas de los monarcas de Marruecos fueron siempre totalmente desconocidas para los ciudadanos.
El joven monarca marroquí tuvo ya intención de festejar el pasado 12 de abril esta boda, pero desistió por la dramática situación que se vivía en Oriente Próximo. Apenas días antes de la celebración anunciada oficiosamente y de su cancelación a última hora ni en Madrid ni en ninguna otra capital se habían recibido invitaciones.
El precedente fallido marca una pauta de conducta de la corte de Rabat que dificulta valorar la credibilidad de los rumores que dicen que los fastos vuelven. Otras noticias recientes indicaban que era probable que la boda se celebrara a finales de julio. Lo cierto es que, ahora como en abril, al palacio de la Zarzuela no ha llegado ninguna invitación para el supuesto evento. Portavoces de la Casa Real indicaron anoche que el Rey no tomará ninguna decisión mientras la invitación no se confirme.
Fuentes diplomáticas españolas no tuvieron, sin embargo, ayer reparo en asegurar, a preguntas de la prensa, que se puede descartar la participación de don Juan Carlos o de algún miembro de la familia real en el supuesto de que la crisis diplomática que atraviesan los dos países continúe, y, en concreto, si no regresa a Madrid el embajador de Marruecos.
El conflicto, que dura ya ocho meses, se ha agravado con el tiempo. Recientemente, el ministro español de Exteriores, Josep Piqué, señaló directamente a su homólogo marroquí, Mohamed Benaissa, como responsable de que las cosas no avancen. Fuentes de su departamento explicaron ayer que la tendencia de Piqué a personalizar la crisis se debe a que Benaissa ha dejado sin cumplir cuatro compromisos sucesivos de que el embajador de Rabat volviera a Madrid y el ministro español anunciara simultáneamente su visita a Marruecos para preparar la cumbre bilateral pospuesta desde hace dos años.
Durante meses se ha dicho en círculos españoles que el inesperado conflicto con Marruecos había sido instigado, sobre todo, por el secretario de Estado marroquí para Europa, Taeb Fassi-Fihri, que basa su poder en la amistad personal con el rey, el cual, a su vez, nombra directamente al ministro de Exteriores. Hoy, los diplomáticos españoles presienten que entre Fassi-Fihri y Benaissa no hay contradicciones.
La diplomacia española teme, además, que esta situación pueda complicarse ulteriormente, en la medida en que EE UU, Francia y el Reino Unido parecen decididos a impulsar la llamada tercera vía para el Sáhara, que orienta la solución del contencioso hacia un plan de amplia autonomía de los territorios en el marco de Marruecos.
Los meses de tensiones han dejado en los mismos ambientes la convicción de que Rabat considera indispensable un gesto en el tema del Sáhara como condición indispensable para cerrar la crisis. El problema es que la posición tradicional española de que ninguna solución será válida sin el acuerdo de las partes no puede aproximarse a la adoptada ahora por sus aliados más que a costa de incurrir en graves contradicciones, que el Gobierno no parece dispuesto a asumir. España tendrá que enfrentarse a este problema en el llamado Grupo de Amigos, antes de que el Consejo de Seguridad de la ONU se pronuncie al respecto a fin de mes.
Piqué se limitó a reafirmar ayer que la posición española no cambia, y que el Gobierno español "recibirá al embajador de Marruecos con los brazos abiertos". "Espero que las cosas evolucionen rápidamente, pero corresponde a Marruecos dar el paso", añadió.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de julio de 2002