Quiero expresar una queja. Verá, este año he podido acudir a varios conciertos de los que se ofrecen en el Teatro Maestranza y en todos he salido indignada por el ruido que existe en la sala durante las actuaciones, debido fundamentalmente a las toses de los espectadores y al ruidito lento y machacante de los papeles de los caramelos.
He llegado a observar que la gente tose más durante las actuaciones que en las pausas y en los intermedios.
El colmo fue el concierto del gran pianista Krystian Zimerman, claro, ahí se notaba más pues el silencio era más necesario. La gente tosía a diestro y siniestro en los fuertes y en los pianos, y también en los silencios (ciertamente el silencio, tan importante en música, brilló por su ausencia). Fue desastroso pues se rompió todo el encanto y toda la poesía que las obras encerraban y que el pianista interpretaba.
Desde aquí quiero hacer un ruego a todas esas personas que padecen de tos crónica durante los conciertos y es que si realmente están decididos a seguir acudiendo a estos espectáculos, que lleven caramelos en bolsas de plástico blando de esas que no hacen ruido y ya sin papel; y, si saben que van a ir al teatro a toser, que se queden donde estén más cómodos: su casa, el bar, el campo de fútbol...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de julio de 2002