No es de extrañar que CiU tenga problemas con el PP, era sólo una cuestión de tiempo. Es obvio que las relaciones entre un partido nacionalista catalán y otro español son incompatibles, por más que quieran justificarlas. Con el pacto entre CiU y el PP, Jordi Pujol ganó el gobierno de la Generalitat, pero al mismo tiempo perdió la confianza de muchos catalanes.
Este estado continuo de subordinación, duda y ambigüedad que muestra CiU ante la ciudadanía le hace mucho daño y provoca un desgaste lento pero profundo entre su electorado. Las disputas que mantienen continuamente le debilitan mucho.
Personalmente he sido votante de CiU hasta las últimas elecciones, pero ahora me siento decepcionado porque veo que los intereses que defiende CiU no responden a las necesidades de Cataluña, sino más bien a las conveniencias políticas de unos y otros. Creo que el peor castigo que recibirá CiU no es el que hoy pueda darle el PP, sino el que le propiciará su electorado cuando lleguen las elecciones. Serán las urnas las que demostrarán que, ante todo, la coherencia y la dignidad han de imperar siempre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de julio de 2002