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"Parecía muy enojado, no paraba de gesticular"

La psicosis tras el 11 de septiembre llevó en un primer momento a los testigos a creer que se trataba de "un árabe con turbante"

Oyeron seis u ocho disparos que sonaron como cañonazos y después alguien gritó: "¡Everybody down!" (¡tírense al suelo!). Los mexicanos Guillermo y Yolanda Frebosa esperaban en el mostrador de Aero California (cercano al de El Al), donde acompañaban a su hijo que iba a volar a Puerto Vallarta. Los Frebosa formaban parte de, al menos, los dos centenares de personas que poco antes del mediodía de ayer esperaban embarcar en alguno de los vuelos internacionales del aeropuerto de Los Ángeles.

A Kornelia Bergmann y Petra Dutschek, dos turistas alemanas que volvían a Düsseldorf tras una semana de vacaciones en Estados Unidos, les extrañó ver a un hombre en el mostrador de El Al, gesticulando y gritando. Aunque no acertaron a oír lo que decía, el hombre estaba visiblemente enfadado. Presas del pánico, Kornelia y Petra manifestaban ayer rotundas que no pensaban volver a viajar nunca a Estados Unidos.

"Parecía muy enojado, no paraba de gesticular", asegura Richard Whippington, de viaje a Seúl. Segundos después, el hombre transformaba su ira en disparos y abría fuego. Disparó seis u ocho veces, aunque aquí los testigos no se ponían de acuerdo. Los testigos describían ayer al atacante como un hombre blanco, de unos 40 años, 1,80 de estatura, pelo corto y gris, bien vestido y algo obeso.

Tras los disparos el pánico fue absoluto. Algunos viajeros se tiraron al suelo, otros corrieron y gritaron. Debido a la psicosis en que vive inmersa esta nación tras el 11-S, un anciano de 80 años todavía permanecía tirado en el suelo paralizado por el miedo minutos después de que finalizaran los disparos. Petra, profesora de aerobic en Alemania, saltó al otro lado del mostrador nada más oir los disparos, despellejándose la rodilla. "No sabía qué hacer, creí que sería más seguro saltar al otro lado", contaba sentada al borde de la carretera que lleva a la terminal, que pasadas las cuatro de la tarde (madrugada en España) se abría de nuevo al público.

Los testigos se quejaban de la lentitud de la policía en aparecer tras los disparos. Según sus testimonios, pasaron unos tres o cuatro minutos antes de que cinco o seis policías llegaran a la terminal y se llevaran al atacante. Los policías desalojaron la terminal. En media hora, tres helicópteros del departamento de policía de Los Ángeles, decenas de coches de policía, cuatro o cinco camiones de bomberos y dos o tres ambulancias rodearon el lugar donde sucedieron los hechos.

Los viajeros tuvieron que dejar allí su equipaje, pasaportes, billetes de avión, todo lo que llevaban. Una niña alemana de unos 10 años, separada de sus padres, lloraba en el borde de la línea policial, rodeada de decenas de personas que sufrían ataques de nervios.

En segundos, el terror se mezcló con los prejuicios y el miedo a un nuevo atentado de Al Qaeda en suelo estadounidense, justo el día en que se celebraba el día de la independencia. "Ha sido un árabe el que ha disparado, un árabe con turbante", proclamaba airada una alemana.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de julio de 2002