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Editorial:

Sida global

El sida vuelve a mostrar su rostro más amenazante. En su último informe sobre la pandemia, que servirá de documento base de la conferencia internacional que se inicia el domingo en Barcelona, la ONU pronostica un aterrador avance de la enfermedad de aquí al año 2020. Al menos 70 millones de personas -más del triple de los fallecidos desde que se detectó la enfermedad en 1981- morirán en ese plazo por contagio del virus, mayoritariamente en los países del Tercer Mundo, en especial en el África subsahariana.

¿Podría errar la ONU en sus siniestras previsiones? No es probable, desgraciadamente. Hace dos años la organización internacional se proponía como objetivo reducir en el año 2005 a una cuarta parte el número de de los que se infectan cada año. Hoy, esa cifra ha crecido hasta los cuatro millones. En España, la estrategia de prevención de los últimos años, sobre todo entre la población drogodependiente, ha logrado reducir en un 70% el número de nuevas infecciones al año. Pero todavía este número -2.300 en 2001- sigue siendo superior a la media europea. El riesgo mayor se sitúa ahora en la transmisión por vía sexual entre heterosexuales, sobre todo jóvenes, despreocupados o desinformados respecto del uso del preservativo.

La ONU sigue apostando por la ayuda de los países ricos para contener la propagación de la enfermedad y evitar la catástrofe sanitaria que gravita sobre algunas zonas del mundo. Pero los países ricos se resisten, a pesar de que EE UU clasificó hace dos años el sida de amenaza a la seguridad, como el terrorismo y el narcotrafico. De los 10.000 millones de dólares solicitados hace dos años en la cumbre sobre el sida de Nueva York sólo se han librado 3.000 millones. Hace falta dinero para comprar medicinas que los países pobres no pueden costear, aunque los prejuicios morales y la desinformación existentes en muchos de ellos constituyan quizás el obstáculo mayor a la contención de la enfermedad.

La desigualdad ante el acceso a los medicamentos contra el sida es abismal. Sólo el 2% de los seropositivos -unos 750.000 de los 40 millones que existen en el mundo- pueden medicarse con los costosos fármacos antivirales, que no curan la enfermedad, pero que contienen su avance. El sida se ha convertido en una amenaza global a la salud y requiere, por tanto, respuestas globales por parte de gobiernos e instituciones internacionales.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de julio de 2002