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Crónica:FÚTBOL

Camacho es así

La decisión del seleccionador de abandonar el cargo, aunque legítima, no impide pensar que es inoportuna e irresponsable

Una decisión legítima no significa que sea oportuna, responsable o prudente, tal y como se observa en el caso Camacho, un desatino perfectamente legítimo que obliga a sacar conclusiones de la curiosa relación del ex seleccionador con su cargo y sus obligaciones. Durante los últimos cuatro años, su fama de hombre frontal ha exonerado a Camacho de ofrecer las más mínimas explicaciones de cualquier asunto a debate. Protegido por esa atribuida frontalidad campechana se ha permitido algunas opiniones que han oscilado entre lo intolerable y lo sectario, sin mayor escándalo porque "Camacho es así", dudoso privilegio que lo ha utilizado como patente de corso.

Si como dice su ayudante Pepe Carcelén, estaba tomada hace tiempo, el técnico debería haber ayudado a la Federación o a Iñaki Sáez a preparar el relevo

Camacho dice que deja la selección porque el cuerpo le pide una actividad que ahora no tiene. Se va porque se aburre. Nadie le obliga a quedarse en el cargo, pero su explicación abre flancos muy criticables. En primer lugar, éste es el hombre que en los últimos cuatro años se ha quejado ruidosamente de la falta de atención que recibe el equipo nacional con respecto a los clubes. Al final resulta que también a él le interesa mucho más atender a un club que a la selección. Hay otra consideración añadida en este punto, relacionada con los factores que influyen en la supremacía de los clubes sobre la selección y en la recurrentes decepciones de España en las grandes competiciones. Una de las razones sería la que se deriva de un seleccionador que se aburre en su cometido y que prefiere la excitación cotidiana que no encuentra en el equipo nacional. Cuesta imaginar lo mismo en un seleccionador brasileño, argentino, italiano o alemán. Si esto le ocurre al seleccionador -cuyo valor simbólico es incuestionable- existe todo el derecho a pensar que lo mismo puede ocurrirles a los futbolistas y a los aficionados.

Por si acaso, los colaboradores de Camacho han contribuido, como es habitual, a dejarle mal. Cabía la posibilidad de que el temperamento de Camacho le hubiera llevado a tomar una decisión intempestiva. Estaríamos otra vez ante el "Camacho es así" y todo vale. Pero Pepe Carcelén, el segundo del ex seleccionador, ha declarado que él lo sabía desde hacía tiempo.

Si eso es así, Camacho no ha tenido el menor interés en preservar el buen orden de la selección. Puesto que estaba decidido a abandonar el cargo, lo lógico habría sido favorecer su sucesión, es decir, permitiendo que la federación estableciera a su debido tiempo discretos contactos con los aspirantes, y no ahora, cuando todos los entrenadores están comprometidos por contrato. A estas alturas, el margen de maniobra de la federación española es nulo, con el peligro añadido de pensar que la designación de Iñaki Sáez es producto de la inoportunidad de Camacho.

Queda otro flanco temible. Si Carcelén asegura que la decisión de Camacho estaba tomada desde hace algún tiempo, no se explica el pésimo trato que le ha dispensado a Sáez. Nada parece más natural, y casi obligatorio, que incluir al futuro seleccionador en el grupo de técnicos que iba a colaborar con la selección durante el Mundial. Hubiera sido un acto de responsabilidad con el equipo y con su sucesor en el puesto. Pero Camacho prefirió invitar a Teodoro Nieto, ex seleccionador del equipo femenino, y Javier Lozano, seleccionador de futbito, que ayudar a Sáez en un suave aterrizaje. Todo lo contrario: le ha dejado en una posición muy delicada. Le negó como colaborador en el Mundial, le impidió una sucesión natural y le situó ante la opinión pública como un mero seleccionador circunstancial. Pero qué más da, Camacho es así.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de julio de 2002