Ahora que por fin parece aparcado el interés de la administración municipal por cambiar los Encants de sitio (se recogieron más de 300.000 firmas de visitantes y clientes para pedir la permanencia), otro problema acecha al único mercado de antigüedades y cosas viejas que tenemos en Barcelona: la actual dirección parece empeñada, por oscuros intereses o por ignorancia al no querer ver la diferencia entre un despertador de pilas y un juego de destornilladores chinos, por una parte, y lo que se podría llamar antigüedades, cosas viejas reciclables, por otra. La política municipal actual en este mercado no es, como podría pensarse, favorecer la exposición de puestos con antigüedades, sino descuidar este tipo de objetos en beneficio de cualquier cosa. De objetos del tipo todo a cien y chinos está llena toda Barcelona, sin olvidar otros mercadillos de la periferia. La falta de sensibilidad de la dirección terminará dañando la imagen que turistas y visitantes tienen de nosotros cuando visitan los Encantes de las Glòries esperando encontrar un Rastro, un Portobello o cualquier otro mercado de cosas viejas de una ciudad importante.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de julio de 2002