El actual número dos del PP, Javier Arenas, nacido hace 45 años casi a la carrera entre un pueblo serrano de Cádiz y Sevilla, ha imprimido su carácter y un ritmo de trabajo frenético a la secretaría general del partido desde que José María Aznar le encomendó la desagradecida tarea de sustituir en el XIII Congreso Nacional de 1999 a Francisco Álvarez Cascos. Entonces, Aznar vendió que quería a un político joven y con una imagen moderna de centro reformista que se emplease 'en exclusiva' en que el PP no perdiese el pulso por estar en el Gobierno. Aquel argumento ahora ya no vale. Aznar ahora considera más importante resucitar el alicaido ánimo del Gobierno en una etapa de acoso creciente, que adivina más agudo según se acerque la solución del enigma de la sucesión.
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Arenas nació para político. Le apasiona. Aunque disfrutó más, sobre todo familiarmente, cuando era ministro de Trabajo. Se convirtió, en la primera legislatura, en la sonrisa del primer Gobierno. Con su afabilidad, se ganó a los sindicatos, labró acuerdos y evitó huelgas.
Ahora vuelve al Gabinete, pero en un Ministerio de peso menor, aunque con todas las posibilidades para construir un discurso de Estado y en especial sobre el País Vasco.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de julio de 2002