Los sindicatos no olvidan que el nuevo ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, hasta ayer presidente de la Comunidad Valenciana, ninguneó la huelga general del 20-J. Tampoco olvidan su agria reacción cuando los tribunales redujeron los servicios mínimos decretados por su Gobierno. Es un hecho que el decretazo ha terminado por desgastar la imagen pactista y dialogante que había cultivado en seis años de mandato.
Llegó a la presidencia de la Generalitat en un momento económico dulce. En casi dos legislaturas y con un ciclo económico expansivo, el ahora ministro ha visto reducirse la tasa de desempleo valenciana del 22% en 1995 al 9,60% actual (según la EPA). Zaplana ha explotado este descenso y ha asociado sin complejos el pleno empleo con su comunidad.
Juanto a ello, suscribió dos grandes acuerdos. A los pocos meses de ocupar la presidencia de la Generalitat se hacía su primera foto de familia con los sindicatos y los empresarios. Aunque cuando en 1999 -año electoral- tocaba prorrogar el pacto, UGT se descolgó del mismo tras meses de enfrentamiento con el Ejecutivo autónomo. A pesar de esta pérdida de credibilidad, Zaplana logró cerrar un segundo acuerdo social a mediados de 2001.
Ya entonces, su modelo de concertación hacía agua y los sindicatos le reprochaban su política de 'escaparate'. 'Muchas veces nos hemos sentido instrumentalizados con fines de imagen', confiesa un dirigente sindical valenciano. Los acuerdos, firmados con luces y taquígrafos, se han devaluado con el paso del tiempo. De ahí que las direcciones de UGT y CC OO desearan ayer a Zaplana buenas suerte en el ministerio, convencidos de que están únicamente ante un cambio de caras, no de política.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de julio de 2002