Soy jornalero, sé lo que es trabajar los campos. Esa inmensa fábrica sin techo donde se aguantan los calores del verano, los fríos del invierno y la insensibilidad de los grandes terratenientes.
Trabajar en el campo es trabajar en lo más ético porque lo hacemos en la fuente de alimentación de los seres humanos. Aunque seamos los peor pagados. Aunque muchas veces, con impotencia, tengamos que apretar los dientes por las humillaciones de los empresarios.
Hubo una época en que fuimos expulsados de nuestra tierra. Aún dos millones de andaluces viven fuera de Andalucía, porque aquí se les negó comer. Ahora, lo quiere hacer de nuevo el señor Aznar, condenando a este pueblo a la emigración. Quiere que en Andalucía no entren los inmigrantes y, por otro lado, nos quiere obligar a coger las pateras, aunque éstas vayan sobre raíles.
Ahora, en mi pueblo, El Coronil, vamos a recibir a nuestros emigrantes en un encuentro organizado por el Ayuntamiento. Cuando lleguen, todos tendrán algo en común, sus ojos llenos de lágrimas por volver a mirar su tierra. Aunque sólo sea para tres días. No quiero pasar por eso. ¡Qué sabrá usted, señor Aznar, de Andalucía y de los jornaleros!
Por eso, ahora, yo voy a participar en esa marcha a Madrid de jornaleros. Para defender Andalucía, para defender lo más humilde y sencillo que tiene esta tierra.
Señor Aznar, en Madrid nos vemos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de julio de 2002