Las familias numerosas somos cada vez peor recibidas por diferentes sectores de la hostelería. Cuando salgo a comer con mi mujer y tres hijas ya me he acostumbrado a las malas caras por parte de los encargados de los restaurantes cuando les pido mesa; y en estas vacaciones han llegado más lejos: directamente me dicen que no hay y me invitan a abandonar el local. La terraza de la pizzería en cuestión estaba hasta arriba, por lo que solicité mesa para siete en el interior, que se encontraba casi vacío. Había seis u ocho mesas libres y ninguna con el cartel de reservada. 'Siete no pueden comer; máximo cuatro', me dijo el encargado. No vale protestar, ponen en práctica el derecho de admisión y fuera, a la calle y a intentarlo en otro sitio.
Los niños ya no son bien recibidos en muchos sitios, ni en las pizzerías, menos mal que nos quedan los fast-food americanos y los hoteles rurales, ahí acabamos todos. Y lo más curioso es que todo esto nos ha ocurrido en un país, una comunidad autónoma y un pueblo regido por políticos del PP, los de la natalidad y la familia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de julio de 2002