Se fue. Una jugada de Aznar se llevó a Zaplana de un zarpazo, sin miramiento alguno hacia lo que simboliza el Palau de la Generalitat. El nuevo Gobierno central culmina, así, el cierre de filas que el último congreso del PP teorizó. El líder de la derecha española, como un faraón, ha reunido a casi todos los pesos pesados de su corte en el barco que ha de llevarlo a la posteridad: un gabinete donde las ambiciones hierven en el caldo de una falsa unanimidad. Los efectos de tal maniobra sobre la política local han resultado devastadores. Los populares de aquí dieron el visto bueno en unos minutos a un relevo en la dirección del partido, a un presidente interino y al candidato autonómico en un asombroso ejercicio de aclamación. Después, en medio de un rumor de desencanto, mientras se tientan la ropa y digieren su malestar, tratan de recomponer las piezas que ha dejado esparcidas la chapuza ejecutada con tanta precipitación. Para empezar, José Luis Olivas asume el timón de un gobierno provisional, Francisco Camps firma un contrato de sucesión cuyo vencimiento efectivo está por ver y Rita Barberá es sometida a una especie de arresto municipal. No es sorprendente que el perfil del futuro Consell, obviamente continuista, se oscurezca a medida que los dirigentes del PP especulan sobre su composición. ¿Hay que dar entrada a Camps? ¿Desde qué plataforma institucional puede lanzarse la imagen del candidato a la Generalitat? ¿Tiene sentido colocar a otras jóvenes promesas aprovechando la figura de los consellers sin cartera que se coló en la Llei de Govern? El Ejecutivo valenciano, con su escasa capacidad, parece más que nunca una tropa sin capitán. Aunque se esfuerce el flamante ministro de Trabajo en frecuentar Valencia para controlar a sus huestes, ha pasado una página y el futuro lo aleja más y más. Ante el sobrevenido episodio de provisionalidad, la sociedad valenciana tiene motivos para estar molesta. Y la oposición, margen para maniobrar. Lo único inapelable, en fin, es que en honor de quien encabezó el Consell se puede entonar aquello que cantaba Héctor Lavoe: 'Tu amor es un periódico de ayer / que nadie más procura ya leer...'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de julio de 2002