Marcar el 1003 y que una super-mega-pija, como dice Rosa Montero, se ría de tu acento es algo a lo que debemos empezar a acostumbrarnos. Es normal si lo es que un alcalde hable de la pérdida de occidentalidad con la llegada de la inmigración; si las solicitudes de empleo se rechazan por el aspecto o por la procedencia a la vez que sirven como motivo lustroso para amenizar la mañana en muchas empresas.
Es normal si lo es difundir y consumir cultura carente de contenido y que no desarrolle el sentido crítico; si el interés general enarbola deportes como el fútbol que criminalizan lo diferente (Uruguay, el enemigo; el árbitro egipcio, el ignorante, etcétera). Es normal si lo es que un presidente se queje de una oposición que no respeta a España y que para nada recuerde sus años mozos. Es normal si lo es perder la memoria y con ella parte de nuestro respeto a los demás, parte de nuestros valores y compromisos.
Siempre me había sentido orgulloso al hablar con mi acento canario cuando estoy fuera y, sobre todo, cuando trabajo en Madrid. Decían que era muy dulce y transmitía serenidad. Pero ayer una señorita del 1003 se burló de él. No me preocupa, tan sólo me entristece, porque yo sí tengo papeles y ella tiene problemas, por lo menos psicológicos. Algún día le daré cita.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de julio de 2002