Cada vez que Javier Arenas es ministro se agita y se anima el PP andaluz. El ministro, secretario general, a pesar de Álvarez Cascos, vuelve a ser protagonista absoluto de las decisiones que hayan de tomarse en el PP andaluz, no es que haya dejado de serlo nunca, pero a veces se tiene más poder y se puede decidir aun más. ¿Qué planes tiene Arenas? ¿Quién va a ganar y quién va a perder en esta nueva circunstancia? Teófila calla, como siempre últimamente en lo referente a lo que ocurre en su partido, seguramente porque en el fondo no sabe exactamente lo que pasa y no se cuenta con ella ni mucho ni poco para decidirlo. A estas alturas todavía ni siquiera puede decir que tiene segura la candidatura a la presidencia de la Junta. Lo más inmediato que tiene Arenas, además de su trabajo como secretario general, a pesar de Álvarez Cascos, es su labor al frente de un ministerio, el de Administraciones Públicas, en el que va a tener la oportunidad de demostrar que su estrategia de aferrarse, como lo ha hecho, a la teoría de la confrontación provocada, según el PP, por la Junta contra el Gobierno central, va a cambiarla por una estrategia de diálogo y de entendimiento para hablar de los asuntos que le debe el Gobierno a la Junta. Dicen quienes lo saben que Aznar, sobre todo, quiere que Arenas se ocupe de continuar y animar la estrategia de enfrentamiento del Gobierno con los nacionalistas vascos, en su idea de que esa política en Euskadi le da votos en el resto de España. ¿Será eso compatible con una actitud de diálogo y acuerdo con la Junta andaluza, si es que, en su calidad de ministro de Administraciones Públicas, quiere ser distinto de como es, o ha sido, en su calidad de secretario general con respecto a los asuntos andaluces? Cuando fue ministro de Trabajo exhibió capacidad negociadora; después, en la secretaría general, ha hecho méritos para que todo el mundo olvide aquel talante. Con su actual compatibilidad de cargos, a pesar de Álvarez Cascos, tendrá que hacer una cosa y la contraria al mismo tiempo, lo que seguramente no le va a resultar fácil. O sí, si la Macarena lo ampara...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de julio de 2002