Un Madrid luminoso, pero sin altas temperaturas, y la plaza Mayor sin demasiada gente facilitaron ayer que este espacio urbano se convirtiera en un lugar adecuado para el paseo, el descanso, el asueto o la amistad. Las palomas cruzaban al mediodía la plaza y eran testigos de que la ciudad se convierte en estas fechas en un lugar ideal para pasar los mejores días, y los momentos más íntimos, del verano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de julio de 2002