Desde esta líneas, queremos expresar nuestro apoyo al Plan de desarrollo del sistema ferroviario presentado recientemente por el Departamento de Transportes y obras Públicas del Gobierno.
Los vascos de la segunda mitad del siglo XIX construyeron una de las mejores redes ferroviarias del Continente. Sin embargo, al igual que sucedió en el resto de Europa Occidental, el desarrollo de los transportes mecánicos por carretera, a partir de la segunda mitad del pasado siglo, fue relegando al ferrocarril a un segundo plano. Paralizadas las inversiones necesarias para su modernización, el tren perdió poco a poco protagonismo hasta el punto de llegar a cuestionarse su futuro. De hecho, muchas línea como el Vasco-Navarro o el Urola fueron desmanteladas.
Pero el modelo de transporte basado casi exclusivamente en la carretera está demostrando día a día sus limitaciones y peligros: congestión viaria, falta de aparcamientos, contaminación, siniestrabilidad... Por ello, el ferrocarril ha de recuperar el protagonismo que nunca debió perder. Es indiscutible su mayor seguridad, y su menor impacto ambiental. Al funcionar con electricidad, única energía que puede ser generada mediante fuentes renovables (hidráulica, eólica, biomasa, etc.).
Al igual que hace 150 años los vascos tuvieron la certeza de que su futuro dependía de la construcción del ferrocarril, la sociedad actual debe también tomar conciencia de la importancia del transporte ferroviario, ya que en caso contrario estamos condenados al colapso circulatorio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 17 de julio de 2002