Pere Falqués (Barcelona, 1850-1916) no es un arquitecto modernista muy conocido aunque algunos de sus edificios, como el de Hidroeléctrica de Cataluña, están catalogados y suyos son los monumentos de Pitarra y de Rius i Taulet. Una de sus realizaciones, la casa Bonaventura Ferrer, ha vivido, sin embargo, una segunda oportunidad. Construida en 1906, en algún momento de la historia su propietario la legó a la Iglesia, y el Deutsche Bank, entonces Banco Comercial Trasatlántico, la compró en 1965 por 10 millones de pesetas con el objetivo de derruirla si era preciso para ampliar su sede, situada en la confluencia del paseo de Gràcia y la Diagonal. Encajonada entre esta gran torre y los cines Casablanca, la casa, con unos inquilinos históricos, fue catalogada en 1979, lo que inquietó a la entitad financiera. Decidió conservarla y esperar a que los inquilinos acabaran marchando, en su inmensa mayoría previo pago de indemnización. El último abandonó el edificio en 1997 y de esta forma la entidad inició un proceso de reforma y rehabilitación, el primero que realizaba, y que le ha permitido redescubrir las impresionantes cristaleras y techos de los tres pisos superiores y la exhuberancia, de un modernismo calificado de barroco, de los bajos y la planta principal, realmente espectacular. El coste de la reforma, a cargo del arquitecto Josep Samso, ha ascendido a 2,6 millones de euros y la entidad la presentó ayer al público con el objetivo de darla a conocer en el mercado. Todo el conjunto está en alquiler -por 811.366 euros al año- y también por partes. No está abierta al público.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de julio de 2002