La provocación en modo de roca. Eso parece haber hecho el Reino de Marruecos a su vecino europeo más cercano. Un Estado español que parece empeñado en luchar por trozos de piedra donde la historia y la costumbre parecen no ir de su mano. Que salten las alarmas cuando un país que nos tiene acostumbrados a sus peculiares maneras de llamar la atención, no me parece descabellado, pero la provocación no debiera venir por el asalto a un islote, sino más bien por la provocación que supone para un pueblo desamparado y necesitado el que una oportunidad de una vida mejor esté sólo a 14 kilómetros. Es por esto que preocuparnos ahora por el discurrir de una piedra flotante no debiera ser nuestro fin, sino más bien solucionar algo que sí pertenece a nuestra época y no a tiempos pasados de reconquistas de territorios, como es la defensa de los derechos humanos y el Estado de bienestar, ese que el mismo país que pierde el tiempo en apoderarse del islote no da a su pueblo, porque en definitiva, no veo a la gente unida en un 'Perejil español', porque ya sería el remate.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de julio de 2002