Los vecinos de La Punta se manifestaron recientemente por las calles de Valencia, acompañados de algunos de sus animales, de pancartas reivindicativas, y de símbolos de la huerta. Iban acompañados también de escasos ciudadanos, gente de izquierdas y de algunos jóvenes de esos que los ciudadanos respetables miran de reojo por el color de sus cabellos y su peculiar forma de vestir. Pero los ciudadanos respetables no estaban en esa manifestacion, a la que debería haber acudido el pueblo valenciano en masa para defender su cultura centenaria, la huerta ancestral, las alquerías de La Punta, tan representativas de las costumbres valencianas, en suma la poca huerta que sobrevive al asfalto y a la especulación.
Estamos permitiendo con nuestra indiferencia que se destruyan los últimos valores diferenciadores de nuestra cultura y nuestras costumbres. Es triste que los políticos vendan al capitalismo globalizador la tierra que les vio nacer, pero más triste es aún ver cómo al tío canya le da la espalda su propio pueblo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de julio de 2002