Como en EE UU, los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes se han convertido en Alemania en las últimas horas en la confirmación de una sospecha. Al menos, para el presidente de los obispos alemanes, el cardenal Karl Lehmann, y para el obispo auxiliar de Essen, Franz Grave, que ayer reconocieron que unos 300 curas están implicados en casos de pedofilia en este país. El último escándalo estalló la semana pasada en la diócesis del propio Lehmann, en Mainz, donde un cura fue enviado repentinamente de vacaciones tras haber sido acusado de abusos a un menor en 1988.
Hasta ahora, se sabe de una docena de casos de pedofilia por parte de religiosos que hayan sido probados y castigados en Alemania a partir de 1993, generalmente a raíz de las denuncias de víctimas que, tras muchos años de silencio, reunieron la suficiente fortaleza para contar los abusos a los que habían sido sometidos cuando eran todavía menores. Sin embargo, según el propio presidente de los obispos alemanes, Karl Lehmann, el escándalo no se va a parar ahí. Así lo ha asegurado en una tribuna aparecida ayer en el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung en la que admite: "Hay que contar con que se van a producir muchas más revelaciones de este tipo".
Las opinión de Lehmann, que el cardenal subraya en el artículo son estrictamente privadas y no reflejan las de la institución eclesiástica, coinciden con las formuladas por el obispo auxiliar de Essen, Franz Grave, quien ayer se sumó a la polémica al reconocer varios casos de abusos a menores por parte de sacerdotes en su propio obispado.
Grave intentó tranquilizar a la opinión pública al afirmar que hay que evitar que las sospechas se generalicen a toda la Iglesia católica: "Se trata sólo de casos que afectan al 2% de un total de 18.000 sacerdotes". Es decir, a unos 300 sacerdotes.
Y para ilustrarlo, Grave relató un caso ocurrido hace 22 años en Essen. El director durante de un instituto asistencial para disminuidos en esta ciudad habría abusado sexualmente durante muchos años de un menor que había acudido a él pidiendo ayuda precisamente tras haber sufrido vejaciones similares por parte de otro sacerdote. "Para el culpable, este delito nunca supuso ningún problema. Entonces estas cosas se veían de otro modo", dijo Grave. La víctima, hoy también sacerdote, se encuentra desde entonces en tratamiento psicológico.
Para el cardenal Lehmann, sin embargo, da igual cuál sea al final el número de total de casos: "Es verdad que abusos sexuales se producen en otros muchos contextos, pero la Iglesia tiene mayores exigencias morales... con sólo un caso es suficiente para preguntarnos si estamos haciendo todo lo necesario", afirma. En su artículo el cardenal también insiste en la necesidad de "no condenar" de antemano a los sospechosos, sino de hacer todo lo necesario para esclarecer cada uno de los casos. "Y si a veces esto cuesta tiempo, porque no se cuenta con todos los medios necesarios, hay que evitar también empezar a hablar enseguida de encubrimiento...". Algo que ya ha ocurrido con las acusaciones de Bernd Hans Göhrig, director de la iniciativa Iglesia de Base en Bonn quien ha exigido la dimisión de Lehmann por considerar que como presidente de la Conferencia Episcopal estuvo al tanto de los abusos pero los ocultó en lugar de adoptar medidas contundentes para castigar a los culpables. Por esta negligencia, asegura Göhrig, ahora se corre el riesgo de que el escándalo manche la labor de todos los religiosos "la mayoría de los cuales realizan su trabajo con jóvenes de forma correcta y con gran idealismo". Lehman, al rechazar estas acusaciones, ha señalado en el Frankfurter la importancia de informar sobre todos los delitos registrados con menores a Roma, tal como se hizo por vez primera en abril de 2002 con el caso de un sacerdote de Baviera que se confesó culpable, "para que desde allí se tomen las medidas necesarias". Con todo esto, espera el cardenal, poder "recuperar la confianza perdida" en la Iglesia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de julio de 2002