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Crónica:15ª etapa | TOUR 2002

La liberación de Botero

El corredor colombiano del Kelme gana a lo grande la primera etapa alpina

Hay gente, como Santiago Botero, el increíble colombiano, que sólo entiende el ciclismo de forma exagerada. Gente, como Botero, el ciclista rubio de Medellín, que se prepara ocho meses de forma exagerada, trabaja y trabaja, reduce su vida al ciclismo, todo el año, en altura y en llanura, en el velódromo y en la carretera, en el gimnasio y delante de un plato, pero gente que no se siente máquina, gente con alma. Poetas de la bicicleta que necesitan libertad para escribir su leyenda particular. "Mi vida es trabajo y disciplina", dice.

A Santiago Botero, un ciclista potente, todo motor, todo un cuerpo que traga lo mismo llano que montaña, contrarreloj que pelotón, trataron de convencerle el invierno pasado de que si se lo tomaba con moderación podría hacer un gran Tour, podría ser un corredor regular, aspirar al podio o quién sabe más. Le convencieron, pero no estaba a gusto. Habla como un prisionero. "Veía por la mañana salir a la gente en busca de una fuga, de una escapada, y yo no podía ir con ellos, tenía que pensar sólo en la general, en la general, en no perder tiempo, y sufría", dice. Por la noches, recordaba con nostalgia su Tour de 2000, el que le había hecho grande, sus fugas en el llano, su paso en solitario por el Izoard, por la Casse Deserte, allí por donde los campeones pasan solos, su triunfo en Briançon, su maillot de lunares, los titulares de la prensa colombiana. Pero se sobreponía. Botero intentó ser regular, y lo fue, pero sólo aguantó medio Tour. Estuvo bien en el prólogo, sufrió la contrarreloj por equipos, se impuso a Armstrong en la individual, hizo todo lo que tenía que hacer, lo que le pedían. Cuando terminó la primera etapa de montaña, la del Tourmalet, Laguía, Belda, sus directores, suspiraron. Botero había pinchado a cinco kilómetros de la llegada y por un momento temieron lo peor, que, conociéndolo como lo conocen, hiciera lo de siempre, desconectara la cabeza de las piernas, subiera un par de dientes el piñón, se doblara sobre la bicicleta y se dispusiera a sufrir, porque sufre, para entrar dentro de control. Suspiraron sin embargo porque Botero superó la prueba, apretó los dientes, se dobló y perdió poco tiempo. En la segunda etapa pirenaica también pasó la prueba. "Pero no soy una máquina", advirtió. "Soy humano, no matemático, puedo tener un mal día".

Llegó el Ventoux. Un mal día es un mal día para muchos, para Botero es un desastre. O, como dijo Armstrong en plan simpático: "Botero es un buen chaval, muy majo, un amigo, cuando está súper esta súper, pero cuando no está súper no está". Como hace un mes en la Dauphiné Libéré, Botero no tuvo feeling con el gigante de Provenza. Perdió un cuarto de hora, pero, él supo, Belda supo, todo el mundo supo, que comenzaba su Tour, que al día siguiente, como también en la Dauphiné, comenzaría el Tour de Botero. Fue un sentimiento de liberación, aunque matizado. "En el Ventoux se me fueron las fuerzas. Fue un sentimiento ambiguo", dice. "Por un lado fue un día muy triste, porque vine a luchar por el podio, y por él trabajé ocho meses. Y por otro lado, por fin dejaría en las salidas de extrañar la libertad de fugarme. Así que de lo malo, lo menos malo".

Nada más terminar la etapa del Ventoux, el domingo por la noche, Botero se lanzó sobre el libro de ruta a estudiar el detalle de la etapa de ayer. Vio que la cosa le podía convenir, terreno muy quebrado, seis puertos menores y final en Les Deux Alpes, que no es muy duro, que es corto y tendido. Un día para una fuga lejana. Un día ideal. Se fue y poco a poco se le juntaron alrededor los que esperaban su oportunidad, Txente García Acosta, del iBanesto.com, los belgas Aerts y Merckx, los franceses Magnien y Casar, y el esloveno Hvastija. A un ritmo infernal superaron obstáculos, cansaron al US Postal, que vigilaba en la distancia de los 10 minutos, que fue la ventaja de crucero, y con casi siete minutos se presentaron a pie de puerto, a 10 kilómetros de meta. Aerts hizo un intento, también Merckx, pero, se sienten compañeros, había llegado el momento de Botero en solitario.

"Soy un corredor potente, un todoterreno", se describe Botero. Se queda corto. Es un tanque. Una fuerza tremenda que hace girar desarrollos tremendos y aplana el camino por el que transita; es un economista (tiene un Master en Administración de Empresas) que no se aplica sus conocimientos, que no economiza fuerzas, que no busca el máximo rendimiento con el mínimo gasto. Su ciclismo siempre es exagerado, en la derrota y en la victoria. Empezó el ONCE-Eroski a tirar detrás, en la distancia, pero Botero no perdió ni un segundo. Incluso recuperó. A cinco kilómetros de la cima, subió a 7.18m. El ONCE-Eroski lo dejó. Comenzaron los ataques: Frigo, Osa, Sastre, Mancebo, Azevedo, Heras, Etxebarria, Mancebo, de nuevo, Beloki, Armstrong, Rumsas, todos aceleraron por detrás. Pero por delante, Botero mantuvo las distancias. Llegó con 6.41m de ventaja sobre Rumsas. En 10 kilómetros había cedido 10 segundos. Una victoria heroica de un ciclista liberado.

Problemas físicos de Sevilla

Óscar Sevilla, el corredor del Kelme, arrastra desde hace casi una semana problemas en el hígado y no se descarta que hoy mismo decida abandonar la ronda francesa. El ciclista manchego no ha realizado este año una buena carrera cuando partía como uno de los líderes de su equipo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de julio de 2002