En España comenzó el escándalo del expolio patrimonial cuando las iglesias románicas fueron desmontadas piedra a piedra y llevadas a países con mucho dinero y escasa historia; lo mismo sucedió con el arte sacro y con muchísimas piezas arqueológicas.
Ahora se ha puesto de moda en Andalucía llevarse árboles majestuosos y cargados de años para ser trasplantados a los parques de lujo o en los jardines privados de la Europa adinerada. Menos mal que siempre surge un Cid que pone freno al desafuero. El Ayuntamiento de Órgiva (Granada) ha sido el paradigma de la sensibilidad ecológica y ha prohibido el trasplante de sus olivos centenarios por considerar que son parte del patrimonio y del paisaje del pueblo.
Esta loable decisión de conservar el patrimonio natural ha llenado de satisfacción a todos los que nos esforzamos en conseguir ese ideal y, una vez más, hemos podido comprobar que la cultura y el conocimiento son los antídotos de la barbarie y el egoísmo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de julio de 2002