Es posible que nuestra imagen habitual de un ordenador como una pantalla y un teclado no sea a medio plazo la que predomine. Donald Norman habló de El ordenador invisible (en su libro editado por Paidós) como una meta deseable en la que aplicaciones informáticas se pusieran al servicio del hombre, en vez de ser al revés.
Una de las ideas que periódicamente aflora a las páginas de los periódicos es la de la ropa computerizada, que en inglés se llama wearable computer, expresión que podríamos traducir como 'ordenador llevable', 'ponible', 'para ponerse' o 'de vestir'. To wear es un verbo que significa específicamente 'ponerse o llevar encima una prenda de vestir', de modo que la forma inglesa es mucho menos ambigua que estas posibles traducciones.
Universidades (como Carnegie Mellon University, University of Oregon o MIT Media Lab) y empresas trabajan, en algunos casos desde hace décadas, sobre la idea de este ordenador ponible. En sus versiones más toscas, se trata de ropas que integran componentes electrónicos, como auriculares y receptores (es el caso de una cazadora desarrollada por Levi's y Philips).
Por lo general por wearable computer se entiende algo más sofisticado, que integre microchips al mismo nivel de las fibras textiles, y que tenga capacidad de interacción con el medio. Un ordenador de vestir podría, por ejemplo, reaccionar ante la temperatura y variar la conductividad de las fibras; podría reaccionar ante constantes físicas del portador y darle consejos médicos. Por supuesto, se pretende también que nos susurre el nombre de una persona a la que nos encontramos a partir del análisis de su rostro en nuestro banco de datos. Realmente, puestos a imaginar, este ordenador en forma de segunda piel podría hacer cualquier cosa. Falta que lo veamos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de julio de 2002