Últimamente Artur Mas, para explicarse y convencer, utiliza unas comparaciones muy extrañas, parece más que se dirige a niños y niñas de parvulario que a ciudadanos y ciudadanas mayores de edad, inteligentes y responsables.
No entiendo la fijación que tiene con los vestidos (que unas veces les van pequeños y otras se le rompen) ni la lógica que utiliza para compararlos continuamente con la política; cuando lo escucho o lo leo, hace que me sienta imbécil. Tengo la sensación de que el señor Mas cree que ésta es una estrategia para hacer más sencillo su discurso a la vez que una manera para acercarse más a la ciudadanía; pero se equivoca, y mucho se equivoca. No hace falta que nos trate como a inocentes para justificarnos sus maniobras, somos personas adultas y, la mayoría de las veces, las palabras no son necesarias, nos basta con observar los hechos y sobre todo cuando éstos contradicen los mensajes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de julio de 2002