James Brown, que marcó toda una época con su Sex Machine, llegó ayer a San Sebastián en el más absoluto de los silencios. Sólo dos fotógrafos le esperaban a la puerta del hotel María Cristina, donde se alojó. Pero eso era más de cinco horas antes de que se diera un verdadero baño de masas en la plaza de la Trinidad. El padrino del soul, la leyenda viva de la música negra, puso el broche de oro a la 37 edición del Festival Internacional de Jazz de San Sebastián en un escenario abarrotado y ante un público entregado de antemano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de julio de 2002