Demasiado a menudo la simple promulgación de una ley no basta para acabar con actividades molestas y actitudes incívicas. La aplicación de las leyes exige no sólo la vigilancia y coacción de los agentes del orden, sino también la asunción por los ciudadanos de la necesidad de acabar con lo que no son sino plagas. En esta ocasión se han cumplido ambas premisas.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de agosto de 2002