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NUEVA PRESIDENCIA EN COLOMBIA

Los 'soldados de apoyo' de Uribe

El presidente colombiano presenta en la ciudad de Velledupar su ejército de un millón de hombres contra la insurgencia

Florencia (Colombia)

Desde hace sólo unas horas, tras la jura del 7 de agosto en Bogotá, Álvaro Uribe Vélez no sólo es presidente de hecho, sino también de derecho. Durante los dos meses y doce días transcurridos desde su rotunda victoria electoral, una Colombia anhelante de prodigios le ha venido considerando primer magistrado virtual aun a falta de la investidura. Y el presidente, que ha acumulado frenéticamente en esas semanas consejos de ministros hasta la madrugada y visitas en todo formales a 10 países, entre ellos España, ha hecho su primer viaje interior, este jueves 8, a Valledupar, capital del Departamento del Cesar, limítrofe con Venezuela y a un tiro de obús del mar Caribe; ahí es donde se libra una batalla decisiva por el control de algunas de las mayores vías terrestres del país.

En esta ciudad de 150.000 habitantes y construcciones campamentales, como un downtown americano al que se le hubiera corrido el rímel y le asomaran como grietas las patas de gallo, confluyen tres nudos viales, cuya defensa y aseguramiento contra dos movimientos guerrilleros, la FARC, ellas dicen que marxistas, y ELN, no sabe no contesta, y una fuerza paramilitar de la derecha-derecha, es vital para que Colombia siga existiendo como Estado. Es una guerra de todos contra casi todos. Los paras, contra la guerrilla; las dos siglas revoltosas, contra paras y Ejército, y en ocasiones, entre sí; y el Ejército, teóricamente contra todos, y en la práctica, contra nadie que no se interponga en su camino.

Las rutas de Santa Marta, en un Caribe sólo pasablemente turístico; Bucaramanga, a medio camino entre Bogotá y la costa atlántica, y Riohacha, tierra guajira lindante con Venezuela y donde el hombre no ha ganado todavía la partida a la naturaleza, irrigan Valledupar de pobreza, desamparo y millares de desplazados por la guerra.

Las fuerzas contrapuestas andan en lo aritmético relativamente parejas. Entre dos mil y tres mil soldados policías se enfrentan a un número seguramente algo mayor de insurrectos. Pero si descontamos, quizá, un millar de paras (que se denominan Autodefensas), a las que la milicia combate con celo más bien modesto, las fuerzas del Estado se hallan en no tanta desventaja.

El presidente, en contraste con su atuendo del miércoles cuando juró luciendo una banda de dimensiones falleras, se ha ataviado este jueves de veraneante de clase media: camisa de manga corta y pantalones blancos, ha decidido hacer del Cesar la primera prueba de fuego de su mandato. Es su convencimiento de que sólo una movilización popular puede inclinar la balanza de la guerra del lado de la legalidad. Y para ello es aquí donde habrá de comenzar su famoso plan de alzar un ejército de 1.000.000 de hombres contra la insurgencia. Ligeramente armados, o sólo protegidos por aparatos de comunicación que les mantengan siempre en contacto, Uribe quiere que miles de voluntarios en medio rural y urbano nutran a las fuerzas del Estado de información para anticipar las acciones de los subversivos y acosarlos a posteriori. Y dentro de esta milicia habría una categoría especial, que el presidente llamó ayer de "soldados y policías de apoyo", que, estimulados por una escuálida remuneración, serían los ojos y oídos de las Fuerzas Armadas, aunque, también, las mejores dianas de tiro al blanco para la guerrilla.

Aunque no es imposible que acaricie hoy la idea de gozar de un segundo mandato si obtiene por referéndum el derecho de enmendar la Constitución, Uribe siempre tiene prisa, y a los dos días que lleva de presidencia legal, quiere ya saber cuántos "informantes de carretera", como les llamó en un foro con los alcaldes de la región, "tendremos en la zona hacia fin de mes". El jefe de la Policía Nacional, general Ernesto Gilibert, interrogado por el presidente, no parece el hombre más feliz del mundo al tener que deslizar una cifra: "Seiscientos", acaba diciendo. El presidente, ni airado ni aplacado, concluye: "Son muy poquitos". Y repite: "Muy poquitos". A guisa de ejemplo anuncia, como quien acaba de inventar la vara de medir, que espera hablar un día de éstos con el alcalde de Bogotá, para pedirle que a la mayor brevedad encuadre a 2.000 de estos hombres, mitad informadores, mitad soldados, para reforzar la seguridad de la capital.

De todos los retos, como himalayas, a que ha de enfrentarse el presidente, el que le exigen más urgentemente los colomnbianos es la conquista de la sociedad. Comer es vital, pero nunca cuando se está muerto. Y Álvaro Uribe Vélez ha señalizado ya el primer campo de batalla. Lo llaman Valledupar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de agosto de 2002