La carta de Santiago Santos sobre el caso del párroco de Maruri [EL PAÍS del pasado 10 de agosto] refleja perfectamente el limbo soez en el que habita gran parte de la población del país (vasco). En la carta, le está diciendo a su 'amigo' Jaime, el párroco de Maruri, con el que intimó 'un poco a fondo' (sic) que no sea así, que no sea un hombre 'de escolta', que los de Maruri son unos 'majetones' y Maruri, 'precioso'. Eso sí, 'sin conocer para nada el problema (no es lo mío)'. Pues siga usted a lo suyo.
Desde hace tiempo intento no atribuir a la maldad lo que puede explicar perfectamente la estupidez. En este caso, me temo, sólo la concentración en dosis letales de ambos factores puede explicar la carta del amigo Santiago.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de agosto de 2002